Internacional

La tragedia de un enfermo crónico

El paro del agro y el regreso de las cacerolas a la Plaza de Mayo marcan el inicio de un nuevo ciclo en Argentina, afectada por la falta de institucionalidad y reformas económicas estructurales.

Por: | Publicado: Domingo 30 de marzo de 2008 a las 20:00 hrs.
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Los cacerolazos

volvieron a la mítica Plaza de Mayo y, con ellos, el fantasma de la inestabilidad política y el conflicto social. Una amenaza que tras seis años de gobierno (si se suma la gestión de Néstor Kirchner y de su esposa Cristina Fernández) parece convertirse en una peligrosa realidad.

Todavía están frescas en la memoria del mundo las imágenes de miles de argentinos derrocando un gobierno y luego otro, tras la quiebra bancaria de 2001. El presidente Fernando De la Rúa escapando en helicóptero, mientras miles de personas empobrecidas y desesperadas saqueaban tiendas y supermercados en busca de comida.

La Argentina de ahora dista mucho de aquellas imágenes. "La Argentina de 2002 era el infierno, la de hoy si no es el cielo, al menos es el purgatorio", aseguró en su último discurso público la presidenta Fernández. Pero el infierno puede estar a la puerta de la esquina.

Algo cíclico

Si se revisa la historia argentina, a cada período de prosperidad le sigue un ciclo de crisis. Así sucedió en 1930, cuando tras casi un siglo de crecimiento la convulsión política y social culminó con una serie de golpes militares, interrumpidos solamente por el período peronista. La historia se repitió nuevamente a fines del siglo pasado. Después de sufrir una debacle económica y tasas de hiperinflación, Argentina recuperó su brillo con la paridad cambiaria (1 peso = 1 dólar), las privatizaciones y la reducción de aranceles del gobierno de Carlos Menem. Pero, como ha sido costumbre, el período de prosperidad no se utilizó para hacer reformas de fondo, ni políticas ni económicas, que pudieran proteger al país de las crisis internacionales, como la asiática. El modelo se desgastó y culminó con la quiebra bancaria, el corralito (retención de depósitos) y un país sumido en la pobreza (54%) y el desempleo (22%).

Este sexto año del gobierno kirchnerista rememora aquellos días. Las tasas de crecimiento acelerado (8,7% dice el gobierno), el desempleo de un dígito (8%) y el superávit fiscal marcan una nueva etapa de prosperidad. Sin embargo, como ha sucedido antes, el gobierno argentino se niega a hacer las reformas necesarias para fortalecer la estructura política y económica del país.

Por el contrario, los Kirchner se aferran a su política de subsidios y retenciones a las exportaciones, la intervención en el mercado cambiario para mantener artificialmente alto el dólar (3,14 pesos) cuando a nivel internacional la divisa estadounidense vive una acelerada depreciación, y el control de precios para contener una inflación que, fuera de las cifras oficiales (7,5%), amenaza con desbordarse (22,5%, aseguran firmas privadas).

Más aún, cada vez que se le habla de pobreza, la Casa Rosada recuerda que desde 2002 redujo la cifra a 27%. Pero consultores privados y ONG estiman que al menos el 33% de los argentinos vive bajo la línea de pobreza.

"Hay mucha bronca acumulada", aseguraba una estudiante durante los cacerolazos de la semana pasada. Ella, como otros cientos de argentinos, salió a protestar por la inflación, el desempleo y el deterioro institucional, y no por la política agropecuaria.

"Todas las grandes convulsiones que ha experimentado Argentina a través de los años se han visto precedidas por una etapa de optimismo ciego no muy diferente al reivindicado por los voceros del gobierno actual", escribió la semana pasada el periodista y analista político inglés, James Neilson.

No hay duda de que la tasa de crecimiento de los últimos años es un logro positivo. Pero como señalaron recientemente las agencias calificadoras Standard & Poor’s y Fitch uno de los mayores riesgos es que este ritmo no sea sustentable con el tiempo, no con el modelo económico defendido por los Kirchner.

Terminar con el control de precios, cesar la intervención en el mercado cambiario, renegociar la deuda con el Club de París para salir del default, garantizar mayor seguridad jurídica, legislar el control del gasto fiscal, sincerar las cifras macroeconómicas, son sólo algunas de las reformas estructurales más urgentes.

Sin líderes

Pero el desgaste no sólo es económico. Al parecer, tras varios años sin un norte, la oposición recuperó su fuerza. ¿Será capaz de rearmarse para presentar nuevas opciones con vistas a las elecciones de 2011 o Néstor Kirchner volverá a la Casa Rosada?

La pregunta es difícil de responder. Muchos analistas culparon a la división de los partidos opositores del triunfo de Cristina. Hay muchos en contra de los Kirchner, pero al menos en las últimas elecciones no hallaron por quién votar.

Más aún, los argentinos han perdido la fe en el sistema político democrático. Según el Latinobarómetro publicado el año pasado, el 63% de los argentinos apoya el sistema democrático, muy por debajo del 71% que creía en el modelo en 1996 o el 73% que estaba a favor hasta 2006.

El actual panorama político tampoco ofrece mayores señales de un cambio, a no ser un fortalecimiento del gobernante Partido Justicialista. Después de años debilitado por el caudillismo (Menem, Duhalde, Rodríguez Saá), Néstor Kirchner está empeñado en unificar al peronista PJ o, al menos, consolidar una coalición mayoritaria a su favor. De lograrlo, el kirchnerismo continuará ocupando el poder.

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