La escritora Isabel Allende debía llegar a Chile el sábado 20 de septiembre, para iniciar la gira latinoamericana por su último libro, Mi nombre es Emilia del Valle. Pero su avión en San Francisco, Estados Unidos, tuvo un desperfecto y eso retrasó un día su vuelo. Aterrizó en Santiago el domingo 21, muy temprano, acompañada de su hijo Nicolás Frías y su nuera Lori Barra. Ese día lo dedicó a planes privados, como ver a su amiga Berta Beltrán, a quien llama “su hermana”, como una forma de agradecimiento por ser quien cuidó durante años a sus padres. Como siempre, Berta la recibió en su casa con empanadas.
El lunes 22 también fue un día reservado para lo personal. Al almuerzo, se reunió con amigas que mantiene desde sus tiempos de periodista en la Revista Paula, como Delia Vergara y la escritora Elizabeth Subercaseaux.
El martes 23 comenzaron sus actividades públicas. Isabel -a diferencia de sus visitas anteriores, donde ella se movía por Santiago- pidió que la agenda de prensa tuviera como centro de operaciones el Hotel Noi, en Vitacura, el mismo donde se alojaba. Allí recibió en la mañana a dos periodistas del Grupo Prisa que le hicieron una entrevista para diario y televisión. Fue en el salón Florencia, en el piso -3 del hotel, donde la editorial Random House armó un estudio de televisión para que la escritora recibiera a los medios. Almorzó en el restaurante Osaka, cerca del Noi. Le gustó tanto, que regresó allí para la cena.
La tarde de ese martes fue intensa. Se trasladó a la casa central de la Universidad de Chile, en el centro, donde fue distinguida con la Medalla Rectoral. Antes de la ceremonia, en una reunión privada, le obsequiaron un prendedor. Más tarde, la escritora recibió a Chilevisión y luego a CNN en el set armado en el subterráneo de su hotel. Y luego partió a la galería Patricia Ready, donde Amazon Prime presentó la miniserie basada en su libro La casa de los espíritus. Como en todas sus apariciones públicas, aquí estuvo acompañada por un equipo norteamericano que prepara un documental sobre ella, dirigido por la cineasta River Finlay.
El miércoles arrancó con una conferencia de prensa en el hotel, en un salón del primer piso. Ella vistió como en todas sus apariciones públicas en estos días chilenos: de polera y pantalón oscuros, una chaqueta colorida y zapatillas negras planas. Entre presencial y online, los periodistas esa mañana sumaban unos 65. Allí, entre muchos temas, Allende comentó que está embarcada en la escritura de sus memorias, que según cercanos tratarán de sus años recientes. Al mediodía bajó al -3, a su set de prensa, donde dio una entrevista en vivo a TVN. Almorzó con sus editores de Random House en el restaurante Aquí está Coco, también por el barrio. El chef dueño del local la esperó en la entrada y le presentó a su madre, Lola, de 101 años. Se tomaron fotografías.
A las 7 de la tarde se realizó la que fue posiblemente su actividad más estelar: su conversación con Carlos Peña, rector de la UDP, frente a 800 personas que repletaron el Teatro Oriente, en Providencia. La misma escritora había pedido que fuera Peña quien presentara su libro en esa reunión, para lo cual se coordinaron previamente por mail y un Zoom. Pero hasta entonces no se conocían en persona. Se encontraron poco antes de subir al escenario, en el camerino que ella ocupó en el teatro. Una hora y media después, entre aplausos, Allende tomó el micrófono y se despidió muy emocionada. Se le quebró la voz. Poco después, en el camerino, recibió a un par de amigas que no había alcanzado a ver.
Se fue directo al hotel. No hubo más actividades. Habían sido días intensos en este regreso a Chile después de cuatro años. Al día siguiente, temprano, tomó un avión a Montevideo.