Miércoles, 9 a.m. En los pasillos del Ministerio de Energía se respira tensión. A esa hora, ya todos vieron el reportaje de Canal 13 que reveló el error en el cálculo del precio de la luz: una equivocación que provocó cobros excesivos en millones de cuentas. La noticia se esparce como chispa en pasto seco.
En La Moneda, la primera reacción es de incredulidad. Se convocan reuniones de emergencia. Se llama al Presidente Gabriel Boric, quien todavía está fuera de Chile. Hay molestia. Enfado. Desazón. Nadie entiende por qué se enteran por la prensa de un tema tan complejo como este. Y menos aún, por qué el titular de la cartera no avisó antes.
A esa hora, Diego Pardow intenta explicar lo sucedido. Pero no lo logra. No logra explicar ni hacia adentro ni hacia afuera. Es críptico, técnico, distante. Los que lo escuchan dicen que se enreda, que habla en clave, que no responde lo esencial: qué pasó, quién se equivocó y quién pagará lo que han cobrado de más.
El Presidente Boric lo respalda. Da la instrucción de que salga a explicar, una y otra vez. El ministro, pese a la tormenta, decide mantener su agenda y participar del “Summit Transformación Energética 2025: Una visión de Futuro Sostenible”, desde donde sigue dando explicaciones técnicas, sin dimensionar el vendaval político que se avecina.
En el comité político, algunos ya advierten que los intentos de Pardow son inútiles. Dicen que no conecta. Que su tono roza lo displicente. Y que cada aparición, lejos de aclarar, oscurece más.
Mientras tanto, en el Congreso, la oposición se organiza. Contrario a los que pensaba el entonces ministro, los parlamentarios de la UDI y republicanos empiezan a diseñar la acusación constitucional, pese a que el día antes el presidente de RN, Rodrigo Galilea, había dado tibias declaraciones.
Y algo más inquietante ocurre: desde el propio oficialismo llegan mensajes a La Moneda alertando que algunos podrían sumarse. Es el síntoma inequívoco de que el ministro se encuentra, cada vez, más solo.
Problema monumental
El jueves en la mañana el caos es total. Nadie sabe cuál es la estrategia comunicacional. En Palacio se barajan escenarios. Algunos piden que renuncie ya; otros, que aguante. Pardow, por su parte, repite que está tranquilo, que “hizo lo correcto”, que “transparentó el error”. Pero los hechos lo contradicen: reconoció haberse enterado dos semanas antes, mientras en la Comisión Nacional de Energía (CNE) sostienen que hablaron del tema con él, en varias oportunidades, en agosto.
El tono escapa al control. Ese jueves, incluso la candidata del oficialismo, y compañera de Pardow en el gabinete, Jeannette Jara, declara públicamente que el ministro debe salir. La frase retumba fuerte en La Moneda. No hay ya defensa posible.
En paralelo, el pánico se instala en la industria eléctrica. Expertos con décadas de trayectoria hablan de “un problema monumental”, algo que no habían visto antes. Porque este no es un error cualquiera: aunque menor, tuvo un efecto en el IPC, y en el precio de la UF. Además, todos entienden lo que se habla en silencio: este es un ataque a la credibilidad de nuestra institucionalidad.
Además, abre la puerta a decenas, quizá miles, de demandas de consumidores que se sienten vulnerados en lo más sensible: el bolsillo.
Pero hay otra arista que en La Moneda analizan con alarma y que podría explotar en cualquier minuto. La Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC) ya había levantado una alerta similar en mayo, sobre una deuda con las distribuidoras -el VAD- que podría superar los US$ 1.000 millones. Se discutía entonces qué tasa de interés aplicar, un conflicto que -según se comenta- la autoridad decidió dejar para el próximo Gobierno.
Un patrón que ahora se repite.
El fantasma de la mediocridad e inexperiencia
El mandatario aterrizó en Santiago y el mismo jueves pidió todos los antecedentes. Recién ahí dimensionó el incendio. No es sólo un error técnico; es un desastre político, y en plena campaña electoral. Un episodio que revive el relato opositor de la “mediocridad” y “la inexperiencia del gobierno joven que no sabe gobernar”.
El tema no es sencillo. Pardow es cercano al Presidente, aunque los roces con otras autoridades se hicieron cada vez más palpables durante el último tiempo. De todos modos, no es fácil sacar a uno de los hombres que han estado con el mandatario desde su campaña. Más aún, cuando varios en los que Boric puso sus fichas -su compañero de ruta Giorgio Jackson, su hombre de confianza Matías Meza-Lopehandía, y su amigo y partner político Miguel Crispi- tuvieron que dar un paso al costado.
De hecho, dicen que a Pardow ya lo habían salvado antes, en otra de las crisis donde su salida también estuvo sobre la mesa. Pero esta vez no hubo margen: antes del mediodía del jueves, la decisión terminó de cocinarse. Y aunque no lo vio venir, Pardow siempre insistió que dejar el Gobierno era “parte del negocio” y que no lo tomaba como algo personal.
La historia se acelera. El Presidente llama a sus asesores más cercanos. Se repasan escenarios, se mide el daño. La frase que más se escucha es una sola: “Esto da punto a Kast”. Porque le permite insistir en su mantra -que el Estado no funciona, que los funcionarios públicos no hacen bien la pega- justo cuando falta un mes para las elecciones.
El intocable
En el Gobierno sabían que tenían que actuar rápido. El plan: decir que el error venía de antes, de 2017. Pero a estas alturas todos saben que la equivocación brutal fue en este Gobierno, cuando empezó el descongelamiento de los precios y se aplicó dos veces la inflación. Entonces, el saldo acumulado en el tiempo no hizo más que subir.
El monto que habría que devolver a los ciudadanos: cerca de US$ 115 millones, y nadie tiene certeza de si las empresas se allanarán a hacerse responsables de los recursos que hay que devolver.
Algunos insistían en la idea de que había que “resolver el problema y no agrandarlo”. Pero el intento fue infructuoso, a pesar de que hasta que Boric aterrizó en Chile, nadie -ni siquiera Pardow- había puesto sobre la mesa la posibilidad de su salida.
El jueves el todavía ministro desembarcó en La Moneda muy tranquilo. Llegó a la Presidencia convencido de que tenía que defender a los ciudadanos y que se quedaba para hacer precisamente eso. “Estaba confiando que era intocable”, dicen desde el Gobierno. Pero la conversación con el Presidente fue más áspera de lo que muchos imaginaron. “Subida de tono”, dicen en Palacio.
“Estaba confiando que era intocable”, dicen desde el Gobierno. Pero la conversación de Pardow con el Presidente fue más áspera de lo que muchos imaginaron. “Subida de tono”, dicen en Palacio.
Así, la decisión de sacarlo se impuso. Boric le pidió la renuncia a Pardow. También a Marco Mancilla, el secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Energía, que había intentado minimizar el error asegurando que “era una buena noticia” el que los precios no subieran en enero de 2026. Además, había insistido que el error de cálculo lo habían descubierto en la comisión, si bien está confirmado que fue la SEC la que los alertó. El funcionario no escatimó en defender a la comisión de la sofisticación en su operación, sin saber que horas más tarde, el nuevo ministro abriría una auditoría profunda en la institución.
El socialismo democrático se impone
Lo que reclaman en la administración Boric es que Pardow nunca transparentó el problema que se estaba fraguando y que dejó a su propio gobierno fuera de acción, con dificultad para proyectar escenarios y tomar definiciones.
Así, terminó una gestión marcada por crisis sucesivas, varias con riesgo de acusación constitucional: además de la actual, el apagón de febrero que dejó a miles de chilenos sin luz, el descongelamiento de los precios que elevó las cuentas y los cortes prolongados de mediados del año pasado.
Lo que queda en el aire es que el error de Pardow no fue sólo de cálculo. Fue de lectura. No entendió que, en política, los cortocircuitos no se arreglan con fórmulas ni ecuaciones. Se arreglan con tiempo, con relato, con instinto.
Y eso -dicen en el Ejecutivo- fue justamente lo que le faltó.
El mismo jueves, La Moneda anunció su reemplazo: Álvaro García, un rostro del socialismo democrático, como biministro de Economía y Energía. Contención, experiencia y calma, en un intento por recuperar el control.