Concejales políticos, no fiscales

Los concejales son una prueba más del crítico escenario de representación en Chile. La mayoría de la gente no los conoce y los que sí, no logran recordar el nombre de uno solo. El partido no pesa a la hora de votar por ellos, ni que sean buenos dirigentes, ni nada político representativo. La gente cree que el rol del concejal es fiscalizar al alcalde o los recursos públicos. Pero, según el espíritu de la ley, el papel de éstos es el de representar. Es catalizar las necesidades y, sobre todo, las visiones de mundo y subjetividades políticas de la población para llevarlas al único espacio público formal de una comuna: el concejo municipal. 
En otros países los concejales son políticos con experiencias temáticas: en educación, salud, fiscalización. Entonces, la gente sabe a quién acudir ante un problema y este representante sabe cómo solucionar o llevar el apremio a un buen puerto político.
¿Por qué no se cumple el espíritu de la ley en Chile? En un momento se pensó que algo se mejoraría con las elecciones directas de concejales, pero nada cambió. Se cree que la causa está en la escasez de recursos o la poca educación cívica de la gente o de los propios concejales. Pero tampoco tiene que ver con esto. La educación sirve, pero la política no tiene que ver con cartones académicos sino con representantes de la gente. 
El problema es de incentivos y el eje de éstos está en el paso uno de la política: que el ciudadano se interese y decida los temas públicos en los espacios públicos. Esto es poco probable cuando, de las 345 comunas en Chile, 200 son rurales y 180 muy pobres. Es decir, los municipios no tienen recursos para tomar decisiones y son administradores de pobreza. El alcalde es una figura suprema y querencial y el ciudadano considera más lógico poner sus ojos en el más allá, donde están las platas y el poder decisional: La Moneda. Mientras, la política municipal queda deshabitada.
La descentralización del país, cerrar las brechas de inequidad territorial, terminar con el binominal y con la obsesión de la educación tecnocratizante en la política, serán fundamentales para recuperar la figura política del concejal.