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Paul Ryan no ofrece un plan creíble para EEUU

El representante Paul Ryan, el nuevo compañero de fórmula de Mitt Romney...

Por: | Publicado: Lunes 20 de agosto de 2012 a las 05:00 hrs.
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El representante Paul Ryan, el nuevo compañero de fórmula de Mitt Romney, es, nos han dicho, el hombre con un plan para reducir el déficit. Las cifras falsas y evasiones de políticos cobardes no son para este nerd de la política conservadora. Él es un hombre cuya integridad sus oponentes tienen que respetar. Sin embargo, esta historia tiene un inconveniente: es falsa. No le pido que me crea a mí solamente. Esto es lo que David Stockman, director de la Oficina de Administración y Presupuesto bajo Ronald Reagan y un verdadero conservador, escribió en New York Times el 13 de agosto: “el plan de Ryan carece de matemáticas creíbles o alternativas de política duras”. Esto es correcto, con una excepción: Medicare. En eso sí ofrece una alternativa dura. Pero las matemáticas son increíbles.

El plan de Ryan es el último ejemplo de una línea consistente de política fiscal republicana desde que el movimiento conservador desplazó al tradicional republicanismo de presupuesto equilibrado hace tres décadas. Las prioridades han sido claras: primero, reducir los impuestos que benefician a los “creadores de riqueza” ricos; segundo, recortar el gasto, principalmente en los pobres; y por último, reducir los déficit. 
De hecho, la teoría de “matar de hambre a la bestia” apunta explícitamente a recortar impuestos, para aumentar los déficit y con ello justificar la reducción del gasto. Desde este punto de vista, la crisis financiera ha sido una bendición. La crisis, que ocurrió bajo la guardia de George W. Bush, es por lejos la explicación más importante de los enormes déficit actuales. Pero ocurrió después de recortes de impuestos infundados, guerras infundadas y beneficios de medicamentos con receta infundados (Medicare D). El desorden fiscal que los republicanos legaron hizo difícil -de hecho dada la oposición republicana, imposible- para la administración Obama implementar un plan de estímulo a la escala que se necesitaba, como Bruce Barlett, una ex autoridad en la administración de Reagan, señaló en un mensaje en el blog Economix. No es que los republicanos tengan algo contra el estímulo, siempre y cuando tome la forma de recortes de impuestos infundados.

En resumen, la idea de que los republicanos se preocupan por el déficit no pasa la prueba de la risa. Sin embargo, se supone que Ryan será diferente: es un conservador, pero uno honesto.

¿En serio? Como Heidi Przybyla asegura en un reporte para Bloomberg, Ryan fue fundamental para matar el acuerdo Bowles-Simpson, el que, por todas sus faltas, fue (y es) la única solución fiscal a largo plazo políticamente realista. Más aún, el análisis meticuloso de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, su sigla en inglés) del plan inicial de Ryan demostró que es una cortina de humo. Él es lo que el economista Paul Krugman llama un “halcón pollo”.

Como es usual en cualquier plan contemporáneo republicano, Ryan ofrece recortes impositivos infundados, con la tasa de impuestos máxima marginal cayendo de 35% a 25%. Estos recortes deben compensarse con reducciones deliberadamente no especificadas en “gastos tributarios”. De estos, comenta la CBO, “la cifra de ingresos como porcentaje del PIB fue especificada por el personal de Ryan. La cifra aumenta a ritmo constante de cerca de 15% del PIB en 2010 a 19% en 2028 y permanece en ese nivel desde entonces. No había especificaciones de ingresos para generar esas cifras”.

Al debatir estos ahorros no especificados, Stockman destaca: “De US$ 1 billón (millón de millones) de así llamados gastos impositivos a los que apunta el plan, la amplia mayoría vendría de eliminar beneficios tributarios populares para los seguros de salud entregados por los empleadores, interés hipotecario, cuentas 401(k), impuestos estatales y locales, donaciones benéficas y similares, sin mencionar bajas tasas a la ganancia de capital y dividendos”. Eso simplemente no va a pasar.

El plan también deja sin cambios a la seguridad social y a Medicare antes de 2022. Lo que el plan sí haría, en cambio, según Stockman, es “destruir la miserable red de seguridad para los vulnerables: los cerca de 
US$ 100.000 millones para cupones de alimentos y ayuda en efectivo para familias necesitadas y los 
US$ 300.000 millones para Medicaid”. Aquí la intención es transformar la ayuda federal en bloques de subvenciones de montos fijos en dólares, indexados por la inflación. Esto pondría una creciente carga en presupuestos estatales que ya están asfixiados.

¿Mejoraría este plan el panorama del déficit en la próxima década? No realmente. La CBO proyecta que, bajo la ley actual, que incluye la expiración de los beneficios tributarios infundados e insostenibles de Bush, el déficit sería de 2,75% del PIB en 2022 y la deuda estatal un 67% del PIB. Si se implementara el plan de Ryan (algo casi inconcebible), el déficit sería de -espere- 1,75% del PIB, mientras que la deuda fiscal sería mayor, un 70% del PIB. Incluso si alguien creyera en el plan de Ryan, la deuda federal aumentaría en 
US$ 6 billones sólo en la próxima década, como escribió Matt Miller en el Washington Post. Pero el plan haría que los ingresos federales fueran un 2,5% del PIB menores y el gasto un 3,5% del PIB menores que en el escenario base de la CBO, a 2022. Por lo tanto, la diferencia real no está en el déficit y la deuda en la próxima década, sino en los impuestos y los gastos.

Es verdad que, de acuerdo con el plan, a 2050 (si alguien cree que planes con fechas tan lejanas tienen algún significado), el déficit se habrá transformado en superávit y el gasto federal sin intereses habrá bajado de 22,5% en 2010 a 14,25% del PIB. Aún así se asume que todo el gasto, distinto a salud, seguridad social e intereses, sería de 3,5% del PIB. Como destaca la CBO, “el gasto en esta categoría ha excedido el 8% del PIB cada año desde la Segunda Guerra Mundial”. De hecho, un 3,5% del PIB sería menos que el porcentaje de defensa actual solo. Sin embargo, la clave del plan para el largo plazo es la eliminación de Medicare para todo aquel menor de 65 años en 2022. Su reemplazo sería un vale para comprar seguros que colocaría un 68% de los costos en los beneficiarios a 2030. Si eso sucediera, bajaría el gasto federal en salud a 4,75% del PIB a 2050, frente a un 5,5% en 2010, a pesar del aumento en la porción de votantes mayores. Si usted cree que eso es probable, tengo un pedazo de la luna que podría venderle.

Para la próxima década, el plan de Ryan es inadecuado e incompleto. En el largo plazo, no es creíble. Puede que sea bueno desde el punto de vista político. Pero es una mala medida.

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