Una reverencia al sabio de Mount Baldy
Tras el fracaso de ídolos políticos y financieros, tal vez el sabio post crisis deba ser un artista.
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Por Gautam Malkani
Uno podría pensar que él acaba de descubrir la solución para los ciclos económicos.
El fenómeno cultural en que se ha convertido Leonard Cohen se intensificó la semana pasada con el estreno del nuevo álbum del poeta de 77 años convertido en cantante y compositor. Los críticos se atropellan para inclinarse ante él. Adultos usualmente reposados parecen fanáticos adolescentes.
La última vez que vimos una declaración colectiva de devoción de este tipo fue al comienzo del improbable resurgimiento de Cohen, a los 73 años, ante fans que acababan de sufrir el colapso de sus propios fondos de pensiones.
Cohen se vio obligado a abandonar el monasterio budista de Mount Baldy donde residía y volver a las pistas luego que su representante desviara la mayor parte de sus ahorros. Las entradas de su posterior gira se agotaron y dieron origen a dos CD y DVD en vivo. En Navidad, su canción “Hallelujah”, interpretada por el ganador del programa de talentos X-Factor, fue el número uno en el Reino Unido. Y en el segundo puesto se ubicó otra versión de la misma canción.
Es difícil exagerar el don de Cohen como poeta e intérprete. Sin embargo, algo peculiar está pasando, ya que sin quererlo el artista se ha convertido en la representación de la sabiduría de los mayores post crisis financiera.
En su reaparición, Cohen recibió los elogios con una gratitud y gracia cautivadora. Valoró los “inconvenientes financieros” que sufrió su audiencia para estar allí. Un hombre de mediana edad cerca mío se conmovió hasta las lágrimas.
Era difícil no notar el contraste con los jefes de los recientemente caídos bancos de inversión. Repentinamente comprendimos su sencilla vestimenta. No era una declaración de modas de un ex monje sino un tipo de masculinidad diferente del machismo que nos metió en este lío. Tomado por sorpresa por su éxito como el resto de nosotros, Cohen no intentaba ser el mandamás. Ni siquiera trataba de parecer cool. Simplemente intentaba actuar de acuerdo a su edad.
Para una generación que perdió la fe en sus figuras paternas, la crisis financiera implicó un duro golpe, en parte porque representó haberles fallado a nuestros abuelos. En los años del boom los principales jefes de nuestra aldea global solían ser mayores adinerados, como Jack Welch, Alan Greenspan y Warren Buffet, “el sabio de Omaha”. En contraste, los líderes políticos de Occidente se fueron haciendo cada vez más jóvenes, como si los cargos de presidente y primer ministro fueran mandos medios.
A medida que se impuso el dominio de las finanzas, muchos de los grandes fueron bajados de sus pedestales. La eliminación de redundancias en las empresas redujo la presencia de canas, experiencia y sabiduría. Con los millonarios y políticos fuera de carrera, tal vez era apropiado que el puesto de sabio mayor post crisis financiera fuera para un artista que, a pesar de la fama, no parece haber sido cooptado por el capitalismo.
Cohen descendió de Mount Baldy como un poeta indigente, con el aura de un abuelo, la fama de una estrella de rock y la promesa mística de que tal vez aún podamos recuperar nuestras pensiones.