Columnistas

Pregunta

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 17 de junio de 2016 a las 04:00 hrs.
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La primera pregunta que Dios le hizo al Hombre quedó consignada en la Biblia: “Adán, ¿dónde estás?”. Bien sabía Dios que Adán estaba escondido, lleno de miedo y avergonzado por su desnudez. El y su mujer habían comido el fruto de la ciencia del bien y del mal, alegoría plena de desafío: “ya no eres tú, oh Dios, el dueño y árbitro de la verdad moral. Comiendo de este fruto, yo el Hombre dictamino, en lugar de Dios y contra Dios, lo que es bueno o es malo”. Esta reivindicación imposible violentó de tal modo su naturaleza y conciencia, que de inmediato fue presa del miedo y vergüenza: había torpemente desnudado su soberbia ingenuidad y su creatural fragilidad.

¿Por qué Dios preguntó lo que sabía? Quiso trasparentar y documentar: “mi primordial inquietud es el destino de mi hijo”. Estas primeras páginas del Génesis anticipan ya el Evangelio, la alegre noticia del padre del hijo pródigo. Dios es Padre, y los padres humanos llevan ese mismo nombre y oficio divino: Padres por siempre. Cuando honran en serio esa dichosa y nada casual coincidencia, su primera pregunta suele ser la misma de Dios: “hijo mío ¿dónde estás?”. No la hacen por curiosidad o afán de control, sino porque saben que su hijo es la feliz perpetuación de su Yo y el mejor remedio para nunca realmente morir. Les angustia que el hijo pueda estar desnudo y escondido, presa del miedo y expuesto a la intemperie afectiva.

También el Derecho obliga al padre a hacer esa pregunta. Porque el padre es el primer responsable de lo que haga su hijo menor de edad y que habita en su casa. Y es, con su mujer, siempre responsable de los delitos o cuasidelitos cometidos por sus hijos menores, y que conocidamente provengan de su mala educación o de los hábitos viciosos que les dejaron adquirir. Monumental definición de nuestro Código Civil, que rigiendo desde 1857 conserva y potencia su dramática actualidad.

Se echa de menos esta pregunta, tan divina y tan humana. ¿La hacen los padres para cerciorarse de si sus hijos están en el colegio estudiando, en la calle marchando, en la Disco bebiendo o en el mismo colegio destrozando? ¿No les angustia pensar que, con la misma ingenuidad de Adán, también alardeen de probarlo y saberlo y poderlo todo, confundiendo libertad con rebeldía y comprándose la infinita resaca, vergüenza y hastío del día después?

A esos hijos les están prohibiendo fumar, beber, conducir, consumir azúcares, grasas y sodio. Pero al mismo tiempo les están desnutriendo y envenenando el alma con la mentirosa pócima de libertad sin responsabilidad y derechos sin deberes. El padre sabe que eso es mentira mortal. El padre es el primer y principal educador. Este domingo le preguntaremos a él: “padre, ¿dónde estás?”

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