¿Descansemos de esa pesadilla que es el nivel de discusión pública de la próxima elección presidencial? Descansemos. O al menos yo voy a descansar no escribiendo sobre las repercusiones interplanetarias del trap de Evelyn Matthei. Lamentablemente, lo que no voy a hacer es dejar de sufrir ya que nuestra política no deja espacio para otra cosa.
Con buena parte del Congreso en plena campaña a la reelección, nos enteramos esta semana que se aprobó en la Cámara de Diputados dar un día libre ante la muerte de una mascota. Fui a revisar el resultado de la votación para ver cómo habían sido los sufragios y don Nica tenía toda la razón: izquierda y derecha jamás serán vencidas. Salvo un par de kamikazes la votación fue unánime.
Partamos por lo obvio, que por obvio no debiese ser necesario aclararlo, pero tratándose del animalismo es mejor pecar diciendo algunas perogrulladas. El animalismo no entiende razones y suelen derivar a la radicalidad con bastante facilidad. Ahí vamos. Tengo mascotas (más de una, más de dos) y las quiero entrañablemente. He sufrido el fallecimiento de mascotas con mucho dolor: conejos varios con alguna muerte irreproducible, gallinas (no las recomiendo como mascotas), un par de perras escapistas y adorables, un gato que dio infinitas batallas y las perdió todas y un hámster que tuvo su entierro y funeral en el Cerro San Cristóbal con padrenuestro y subida en teleférico a rezarle a la Virgen para consolar a mis hijos.
Naturalmente no está en discusión el dolor que produce la muerte de una mascota, para muchas personas puede ser incluso algo indistinguible –no es mi caso– de una relación familiar o de amistad. El punto es que existen múltiples fuentes de dolor en este mundo y no podemos ir creando en nuestra legislación laboral espacios para resolver cada una de ellas. Lo que para uno es la muerte de una mascota para otro es un quiebre sentimental y para otra es la separación de los padres o la muerte de un amigo.
En fin, todos sabemos que shit happens, muchas veces más frecuente de lo que quisiéramos. Sumado a esto está el amplísimo espacio para situaciones fraudulentas y no digamos que nuestro track record como sociedad al respecto sea merecedor de mucho encomio y ditirambo.
Mientras el mundo se prepara para enfrentar el gigantesco desafío que representa la inteligencia artificial para el mundo laboral, nuestros legisladores se encargan en cada acción de dificultar la contratación de personas, disminución de la jornada laboral, salario mínimo que poco y nada tiene que ver con la productividad y perlas como el motivo de esta columna. Una vez generada la idea, se asustan de ella y buscan acotarla, por ejemplo, limitando el beneficio a amos de perros y gatos. No soy el único indignado, mi hámster ahora está en la misma. Por supuesto que un día libre más no mueve la aguja, pero hay un espíritu del legislador que va siempre en la misma dirección y no es buena y, aún peor, es unánime. Esto también es para estar de luto.