La amistad con los Carlos, los martes de Cocoa y el reencuentro con su hijo: la vida de Jorge Tocornal tras 10 años encarcelado por un abuso que fue desmentido
El martes se efectuaron los funerales de Jorge Tocornal Babra, el exsubgerente de BBVA que cumplió una condena de 10 años por violación y abuso sexual contra sus dos hijos. Él siempre alegó ser inocente, y a fines de 2018, estando ya libre, escuchó desde la voz de su hijo mayor que todo fue una mentira. En su obituario, entre los más de 30 mensajes, lo despidieron Carlos Alberto Délano, su mujer y su socio en Las Americas Horacio Peña; el psicólogo Fernando Alliende; su pareja Carolina Bisquertt; la ex ministra de Justicia Javiera Blanco; el abogado Alberto Eguiguren y su familia. Y su hijo Jorge Andrés. Todas personas claves en su vida en libertad.
Por: María José Gutiérrez
Publicado: Sábado 4 de octubre de 2025 a las 21:00 hrs.

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En mayo de 2016, Jorge Tocornal Babra, ex subgerente de BBVA, dejó Capitán Yáber.
Once años antes, en el entonces Balthus de Vitacura, tras jugar un partido de tenis, fue detenido por la PDI acusado de cometer delitos sexuales contra sus dos hijos. El mismo día quedó detenido y a los pocos meses, el ingeniero de entonces 43 años, fue condenado en fallo dividido por violación a su hijo mayor y por actos de connotación sexual con el segundo. Y aunque entremedio el juicio fue anulado por la Corte Suprema, un nuevo proceso lo condenó en abril de 2007 y lo sentenció a 13 años de presidio. Jorge Tocornal en total estuvo 10 años preso, entre la Penitenciaría, la cárcel de Alta Seguridad, Colina, Santiago 1 y Capitán Yáber. Siempre alegó que era inocente, cuestión que fue reconocida en 2018, cuando su hijo homónimo dijo que nunca existió abuso.
Ese jueves de mayo de 2016, cuando se le concedió libertad -a los 53 años-, lo esperaban afuera del penal su madre, sus hermanas y el abogado Alberto Eguiguren, a quien había conocido durante el cautiverio, y que desde entonces se convirtió para él en “más que un hermano”. Cargando las pesas que utilizó durante todo el encierro para mantenerse en forma, se subió al auto de Eguiguren. Le pidió que le mostrara un iPhone. Le dijo que lo llevara a ver el Costanera Center y a recorrer Santiago.
Cerca de las 7:30 pm llegaron al departamento del abogado en Vitacura, donde vivirían juntos los próximos ocho meses.
En el interior lo esperaban los hijos de Eguiguren, el psicólogo Fernando Alliende -quien lo acompañó cada miércoles de reclusión-, Carlos Alberto Délano y su mujer Verónica Méndez, y Carlos Eugenio Lavín y su mujer María de la Luz Chadwick, amigos que se hizo en Capitán Yaber durante los 46 días en que los Penta estuvieron recluidos. Y que lo acompañaron hasta el último de sus días.
Cuando los Carlos ingresaron al penal el 7 de marzo de 2015, Tocornal llevaba casi nueve años privado de libertad. En los primeros días juntos, prácticamente no conversaron. Según cuentan testigos, con las visitas familiares -donde participaban todos los presos en la misma mesa- comenzaron a forjar un vínculo: los tres sentían que habían sido condenados de manera injusta.
Largas conversaciones, lectura de prensa en las mañanas -un gendarme le traía El Mercurio a Tocornal todos los días-, y dos horas de deporte por las tardes, marcaron esos días de encierro. “Yo nunca he tomado nada para dormir, ni un remedio, por lo tanto hay que hacer deporte para quemar energía y descansar”, les dijo el ingeniero a los Carlos.
“Yo nunca he tomado nada para dormir, ni un remedio, por lo tanto hay que hacer deporte para quemar energía y descansar”, les dijo el ingeniero a los Carlos.
Tras su salida de CY, volvieron a visitarlo en más de una ocasión durante el año más que Tocornal siguió en prisión. Y ese jueves, cuando fue declarado libre, lo esperaron con regalos: ropa, chocolates, vino. Y un iPhone.
“¿Qué hago con esto?”, preguntó Tocornal con el aparato que no conocía. “No te preocupes que mañana va a venir alguien de Penta a enseñarte a usarlo”, le respondió Lavín.
Al terminar la noche se comprometieron a ayudarlo en su reinserción: le dijeron que desde el lunes estaría contratado en Las Américas (la gestora inmobiliaria que dirige Horacio Peña). “Cuando tú lo necesites, te reincorporas”, recuerda un testigo de esa conversación.
El contrato en Las Américas comenzó a regir el 1 de junio de 2016, bajo el cargo de asistente de Negocios Inmobiliarios. Tocornal se sumó al equipo comercial con trabajo operativo del manejo de las salas de venta y la búsqueda de terrenos para nuevos negocios. Su jefe directo era Roberto Frick del Villar, quien murió en enero de 2025 en un accidente aéreo en Vichuquén.
Según cuentan sus compañeros de oficina, Tocornal estuvo trabajando presencialmente hasta el día que le diagnosticaron el tumor al cerebro, hace un año. Pero quiso seguir conectado online.
“Jorge les tenía mucho respeto (a Délano y Lavín) porque eran sus jefes”, asegura Eguiguren. “Y ellos lo querían mucho como amigo”.
La amistad trascendió a sus cónyuges. Cercanos a Tocornal cuentan que María de la Luz Chadwick, la mujer de Lavín, se convirtió en una especie de mamá para él. No por edad, sino por el tipo de relación: lo ayudaba en temas domésticos, lo acompañaba al doctor e incluso le comentaba la decoración del departamento.
Y hubo más. Cuando en 2017 Tocornal quiso independizarse y vivir solo, ella le facilitó un departamento en el barrio El Golf, donde el ingeniero vivió hasta el último día. Y en su funeral leyó una carta: “Hace ya nueve años que por circunstancias de la vida me tocó conocer a este hombre que ‘regresaba del frío’. Mi marido junto a su socio Carlos Alberto me lo presentaron (...) La vida lo había vapuleado al que más. Y sin embargo, siempre estaba contento y optimista. De su boca jamás salió una palabra de reproche, ni en su corazon anidó la amargura (...) Creo no conocer a nadie donde la vida se haya ensañado tanto como lo hizo con Jorge”.
“Jorge les tenía mucho respeto (a Délano y Lavín) porque eran sus jefes”, asegura Eguiguren. “Y ellos lo querían mucho como amigo”.
“Sácame de acá”
Jorge Tocornal llevaba siete años preso y en ese entonces estaba en la Cárcel de Alta Seguridad. En un comienzo de su caso había sido representado por el penalista Luis Hermosilla, quien tras malos resultados había salido de la causa. María Eugenia Babra, la madre de Jorge, tocó las puertas de la fundación Paternitas -dedicada a proteger a los hijos de mujeres reclusas- para pedir apoyo para su hijo. Dado que el caso no cabía en el giro de la ONG, la gerenta general de la entidad de ese entonces, Consuelo Correa, le pidió a su hijo Alberto Eguiguren, director de Paternitas, que lo visitara y viera si lo podía ayudar, pese a no ser penalista.
El abogado cuenta que en su encuentro en el penal, Tocornal -quien vestía un buzo ancho, zapatillas y polerón- le dijo: “Sé quién eres. Estoy dispuesto a hablar contigo con dos condiciones: uno, no tengo un peso para pagarte, y dos, si te cuento mi historia y lo que pienso, quiero tu compromiso de que vas a volver porque ya han pasado demasiados abogados por acá”.
Dos horas de conversación bastaron para que el visitante creyera en su versión. “La relación de los hechos, cómo lo contaba, la forma como protegía a los niños”, cuenta el abogado. Volvió al día siguiente. “Asumo el compromiso, te voy a ayudar. ¿Qué hacemos primero?”, le preguntó. “Por favor sácame de acá. Llévame a Capitán Yaber (CY)”, le respondió el recluso.
CY no aceptaba condenados por delitos sexuales, por lo que el abogado fue donde quien era el director de Gendarmería, Luis Masferrer, a hacer la solicitud. Éste le respondió que para aceptarlo en el recinto había que modificar el reglamento, y eso debía ser visado por la entonces ministra de Justicia, Patricia Pérez, quien a su vez le señaló que no podría hacerlo sin la autorización del Presidente Sebastián Piñera. “Hablamos con Sebastián Piñera y no se demoró cinco minutos en decir ‘yo creo en la inocencia de Tocornal, conozco el caso. Llamo a la ministra para que firme y autorice la modificación’”.
“Por favor sácame de acá. Llévame a Capitán Yaber (CY)”, le respondió Tocornal.
En 2013 Tocornal fue trasladado a Yáber.
En ese penal, que en comparación a todos los anteriores era un lujo, dedicaron largas horas a estudiar el caso. Tocornal le pedía a su amigo que de sus numerosos viajes le trajera revistas de autos. “Cuando fui a correr la maratón de Nueva York, me pidió que le regalara la medalla. Y lo autorizaron, así que se la regalé”, cuenta.
Una vez fuera de la carcel, Tocornal no sólo compartió departamento con Eguiguren. Desde entonces pasaron todas las Navidades juntos -con la familia del jurista-, los Años Nuevos en su casa en Zapallar y los veranos en Lago Ranco.
Martes de Cocoa
Entre las cruces del obituario que se publicaron, está la de Gabriel Peschiera y Jessica Boggio, dueños del restorán peruano Cocoa. Cada martes, desde 2016, Tocornal salía a comer con Eguiguren al local de La Dehesa, al que a veces se sumaban los Carlos y sus mujeres, u otros amigos.
Pero la tradición venía de antes. Jessica cuenta que conocieron a Tocornal como clientes del banco que quedaba frente al vagón de tren del local del Shopping La Dehesa. Allí, en sus épocas de ejecutivo, él iba todos los días a almorzar al restaurant. “Le encantaba el salpicón de pollo, y como no teníamos ese plato, se lo hacíamos especial”, cuenta Jessica. “Con él (como ejecutivo) compramos nuestra casa e hicimos el negocio”, añade.
Dejaron de verlo en 2005. Volvieron a verse en 2016, en el Cocoa de Vitacura.
“Fue súper emocionante. Jorge fue siempre bien pretencioso, y tenía una gran sonrisa, a pesar de todo lo que pasó”, relata. Cuando abrieron el local en La Dehesa, los visitaba semanalmente. “Pedía corvina con verduras, se cuidaba de su físico. Le encantaba también nuestro pato a la norteña. Se le modificaban los platos que pedía y siempre empezaba con su pisco sour”, cuenta.
Avanzada la enfermedad, Tocornal mantuvo la tradición de los martes hasta un mes atrás.
El reencuentro con el hijo
Fue el 23 de diciembre de 2018. Eguiguren estaba en un matrimonio. Su celular no paraba de sonar. Era Luis Hermosilla. “A mi hermano lo llamó alguien que dice que es el hijo de Jorge Tocornal diciendo que quiere hablar con él y retractarse”, le dijo.
De inmediato el abogado le pasó el mensaje al aludido. “Ojo que no puedes hablar con él, puede ser una trampa”, le advirtió. “No sabemos si te están grabando, si te quieren pedir plata, hay que tomar todas las precauciones del caso”, le dijo.
Tras verificar que efectivamente era el hijo -quien a esas alturas se había cambiado el apellido al de su padrastro, Letelier-, Eguiguren y Tocornal partieron donde el psicólogo Fernando Alliende, quien se encontraba en San Felipe. Llegaron a su casa a las 12:30 de la noche, y se quedaron hasta las 5 am. Decidieron que Jorge no se podía juntar con él, sin que el hijo antes declarara.
Y así fue. Acompañado de una profesora que lo había apoyado en el proceso, ante el penalista y una notaria, Jorge hijo -que tenía entonces 23 años- prestó declaración durante más de una hora y media donde reconoció que nunca había sido abusado, ni violado, ni maltratado por el padre, sino que había sido manipulado por su mamá, Carolina Pesce.
Esa grabación se la entregaron al padre, quien la escuchó en Lago Ranco con Eguiguren.
“Fue impactante, una catarsis”, dice el abogado.
Llegó el dia del encuentro presencial. En la oficina de Alliende se juntaron el padre y el hijo. En esa conversación, Tocornal le planteó que estaba dispuesto a rearmar la relación, pero que había dos cosas básicas: que el hijo dijera la verdad públicamente, y que él no tenía cómo mantenerlo. No quería que fuera un acercamiento económico.
“Con mucho dolor e infinito agradecimiento comunico el fallecimiento de mi amado papá”, escribió el hijo en el obituario.
A esas alturas, Jorge hijo había cortado relación con su mamá, vivía en una pieza arrendada, y estaba sin estudios, ni Isapre. Contactaron al empresario Gonzalo Martino, vicepresidente de la universidad Finis Terrae, quien lo matriculó vía gratuidad en Ingeniería Comercial. “Todos los méritos son de otras personas a las que recurrí”, dice el presidente de Empresas Contempora. “Conocí la tragedia que tuvo que vivir, hecho que me impactó profundamente y esa fue la razón por la que me involucré. Efectivamente traté de ayudar a que pudiese entrar a la UFT, y tuve el privilegio de que Jorge papá me lo agradeciera personalmente”, añade. “Lo mío fue un granito de arena”.
El hijo actualmente cursa el último año y además trabaja en el plantel universitario.
“Ahí empieza a reconstruirse esta relación”, narra un testigo.
Todos los domingos padre e hijo almorzaban juntos, además de un día de la semana.
En el obituario, y firmado como Jorge Tocornal Pesce -pese a que aún no se cambia de vuelta el apellido legalmente-, escribió: “Con mucho dolor e infinito agradecimiento comunico el fallecimiento de mi amado papá”.
El libro
A Tocornal le daba vueltas la idea de plasmar su historia en un libro y hacer lo mismo en una serie, para contar su verdad y reivindicar su nombre. Redactó un texto -que fue corregido y comentado por el historiador Alejandro San Francisco-; visitó varias editoriales, pero ninguna quiso publicarlo. Le proponían, en cambio, hacer una novela. “Yo quiero mi historia y respaldar cada uno de los hechos”, replicaba el ingeniero.
Al mismo tiempo sostuvo algunas conversaciones con productoras locales, entre ellas con Matías Lira, director de El Bosque de Karadima, pero que no prosperaron.
Pero el libro decidió hacerlo igual. Solo.
El 5 de septiembre de 2024 en la galería Artespacio, Tocornal lanzó La hora de la verdad. Lo hizo ante más de 100 personas en un cóctel organizado por la fundación Edudown. Entre los asistentes estaba su hijo Jorge, a quien no mencionó para no incomodarlo, dicen testigos. Hubo un conversatorio entre Fernando Alliende y Javiera Blanco. La abogada lo apoyó siendo ministra de Justicia en Bachelet 2 cuando lo habían mandado a la Penitenciaría después de CY. Y ella ordenó que lo enviaran de vuelta al otro penal. Blanco también publicó un obituario.
Ese día Tocornal estaba feliz.
Sin embargo, hacía algunas semanas que tenía un problema en una rodilla. Del kinesiólogo había pasado al traumatólogo y éste le había ordenado una serie de exámenes.
El 6 de septiembre, al día siguiente del lanzamiento, lo llamó el doctor. “Tienes un tumor cerebral”, le dijo. “El informe dice que es malo”.
El 28 de septiembre se operó en la Clínica Alemana, pero no le sacaron toda la masa tumoral ya que al eliminar los bordes podrían pasarle a llevar alguna parte del cerebro y él optó por la opción menos invasiva.
Luego vinieron las quimioterapias y radioterapias. Y más quimioterapias.
El tumor estaba ubicado en la parte derecha del cerebro y le afectaba la movilidad del lado izquierdo del cuerpo.
Como años anteriores, Tocornal pasó el Año Nuevo en Zapallar con la familia de Alberto Eguiguren. Y en febrero se instaló 15 días en su casa en el Lago Ranco. Este verano, eso sí, por primera vez lo acompañó su hijo Jorge.
Por primera vez en 18 años padre e hijo veranearon juntos.
En mayo, cuentan sus más cercanos, se hizo evidente su deterioro físico. Le costaba más caminar, arrastraba cada vez más el pie, por lo que el riesgo de caídas era mayor. Y comenzó a tener problemas en el habla. Aunque, dicen, no le afectó el intelecto. Habían aparecido otros tumores en el cerebro.
De todas formas siguió con su rutina hasta agosto, cuando ya se le hizo demasiado difícil. Para entonces una enfermera lo cuidaba en el departamento.
Pero había un pendiente. “Antes de morir, que la Corte Suprema me declare inocente”, decía.
El 31 de julio presentaron ante la justicia un recurso de revisión que esperaban fuese acogido en agosto, que confirmara si Tocornal fue inocente pese a estar preso, o si ratificaba la sentencia de 2005. Pasaron los días, se fue agosto, se fue septiembre.
“Antes de morir, que la Corte Suprema me declare inocente”, decía Tocornal.
Los dolores se hicieron cada vez más insoportables. Al final Tocornal ya no podía hablar, y se comunicaba con gestos, ojos y abrazos, cuentan testigos que lo visitaron. Empezaron las despedidas. Ahí estuvieron amigos entrañables, su madre, sus hermanas y su hijo Jorge.
La semana pasada ya estaba gran parte del día sedado. A las 7:20 am del domingo pasado, a los 63 años, dejó de respirar.
Un favor
Días antes de morir, le pidió a Alberto Eguiguren que llegado el momento de su partida, agradeciera públicamente a un grupo de personas.
Y así fue. El martes, en la iglesia de Nuestra Señora de Los Ángeles, el abogado sacó una carta: “En su nombre y deseo, quiero agradecer a unas pocas personas que se dieron por entero por Jorge, por darle su cariño, su apoyo infinito y su amor. Me refiero a: Jorge Andrés, su hijo a quien siempre adoró, entendió y apoyó. A la Carola Bisquertt, su pareja quien lo acompañó en cada paso en esta última etapa de su vida, en cuyos brazos Jorge partió. A cuatro inmensas personas, que fueron de una generosidad y amor infinito con Jorge: la Malú Chadwick y Carlos Eugenio Lavín; la Vero Méndez y el Choclo Délano. Finalmente y en forma especial a Fernando Alliende, su amigo y consejero, quien lo acompañó y asesoró en los últimos 25 años y estuvo con él cada miércoles durante todo el tiempo que estuvo privado de libertad y después también. Fernando cumplió un rol de padre, cuya opinión y consejos Jorge siempre escuchó”.
“Entrañable amigo, descansa en paz porque en el cielo existe la justicia”, concluyó.
La declaración del hijo
El 22 abril de este año, cinco meses antes de la muerte de Jorge Tocornal, su hijo mayor, Jorge Andrés Letelier Pesce, prestó declaración en la Fiscalía Regional Metropolitana Oriente, donde reconoció, por primera vez de forma oficial, que su padre no cometió abuso sexual en su contra. En 2018 lo hizo en la oficina del abogado Luis Hermosilla, pero ese testimonio no fue válido para el Ministerio Público.
Este es un extracto de su relato:
“Tenía 10 años aproximadamente. Al ver el comportamiento de mi mamá con el tiempo, desde que se separó de mi papá, me sentí insignificante, amenazado y en peligro, sentía que me tenía que proteger de alguna forma. Por eso empecé a ver la mentira como una herramienta para salvarme de los múltiples castigos (ya sean físicos, o verbales, dejándome sin comer o quitándome cosas que me significaban mucho). A mi papá lo veía poco. En el colegio estaba en la etapa donde mis compañeros decían muchas groserías de carácter obsceno. En este contexto se armó toda esta mentira, la cual empezó en la casa de mi mamá, estando yo solo con mi nana la cual me pilló diciendo groserías y me retó feo, lo que me dio para pensar: ‘Si la nana me está retando así no quiero imaginar lo que me va a hacer mi mamá o mis abuelos maternos’, y por miedo culpé a mi papá, empezando a contestar una hilera de preguntas que me hizo la nana (sin entender nada de sexualidad y no sabiendo los estragos que esto podría traer) y esto llevó a que mi nana me llevara con el psiquiatra Sergio Canals. Luego de eso mi nana me llevó a hablar con mi mamá para que le contara.
Al principio mi mama no me creyó, pero después de cinco minutos ella me dice que me cree absolutamente y comienza a llorar diciendo que ella también fue víctima de él y de ahí empezó una persecución de mi papá y el plan era meterlo preso. En esos momentos yo estaba muy confundido y asustado y mi mamá aprovechó la situación, transformándose en una imagen de mamá aprensiva, preocupada y dedicada. En ese momento, mi mamá empezó a brindar la atención que nunca tuve, dándome a pensar: ‘en verdad sí le importo a mi mamá y sí me quiere’, cuando nunca fue así.
Luego de enterarme de que mi papá se fue preso, algo se congeló dentro mío, con mi hermano nunca volvimos a tocar el tema, en temporada de juicio, a lo más hablamos una o dos veces, pero lo que sí me dijo mi hermano cuando la sentencia se dictó fue: ‘Gracias a ti perdimos al papá’. Y eso me dejó marcado hasta la actualidad.
Luego de que mi papá se fue preso, mi mamá volvió a comportarse conmigo de forma muy negativa, incluso peor que antes, lo que me hizo pasar una adolescencia muy traumática y depresiva para mi temprana edad.
En mi opinión la justicia es dar a cada quien lo que corresponde, mi papá siempre fue excelente con nosotros y lamentablemente fui el responsable de que estuviera preso por 10 años por el miedo que le tenía a mi mamá. (…) tengo la esperanza de que se haga justicia para poder vivir junto a mi papá en paz, esperando que mi hermano se una para poder armar esa familia que siempre merecimos tener”.

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