Qué mueve a Carolina García de la Huerta post Quiñenco
Hace 15 años, mientras trabajaba en Quiñenco, Carolina García de la Huerta junto a su marido Francisco Píriz entraron al negocio hotelero. Ahora, ambos jubilados y con el foco en nuevos proyectos que vinculan la ciencia, la conservación, lo inmobiliario, y también el dolor, los pusieron en venta.
Por: María José Gutiérrez
Publicado: Sábado 4 de octubre de 2025 a las 21:00 hrs.

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El 13 de diciembre de 2019, la periodista Carolina García de la Huerta dejó la gerencia de Asuntos Corporativos de Quiñenco luego de seis años a la cabeza del holding y de dos décadas como asesora del clan Luksic. Antes fue directora y presidenta de Canal 13. Y antes, fundó y fue parte de la agencia de comunicaciones Nexos. Estuvo allí 20 años.
“Siempre quise salir joven. Yo partí muy chica”, dice. Se títuló en la UC esperando a su segundo hijo. Cuando ya tenía tres nacidos (de los seis) entró a El Mercurio, y de ahí saltó a la revista Capital. Además, entre 2000 y 2004 fue concelaja por Santiago.
Sumando y restando, estuvo trabajando a full y en cargos de poder durante 35 años.
El plan era jubilarse a los 55. Logró hacerlo a los 57. “No quería llegar a la otra etapa muy desgastada. Sentía que todavía tenía que dedicarle tiempo a caminar más, a estar afuera, a ser más libre de tiempo. No quería estar agotada”, comenta una mañana de viernes, a sus 62 años, en su casa en Vitacura. Y agrega: “Igual llegué agotada. Pero estoy muy vital… Porque hay una segunda vuelta”.
La acompaña en la entrevista su marido, el “profesor de castellano” -como él se define- Francisco Píriz Simonetti. También jubilado. Él se retiró un año antes que ella, cuando vendió el colegio San Francisco Javier de Huechuraba -que fundó con un grupo de exalumnos del San Ignacio en 1998-, al fondo británico Cognita, el mismo que compró los colegios Dunalastair. Él siguió en un par de directorios. Ella continuó en la mesa de Quiñenco hasta enero del año pasado.
Venían otros tiempos.
Esos tiempos habían empezado 15 años antes, cuando la pareja decidió entrar al negocio hotelero.
“Esta es una historia súper sencilla. ¿Por qué nos metemos? Porque somos inquietos naturales”, dice Píriz. “Partió como proyecto familiar. Zapallar y Panguipulli son lugares donde vamos siempre. En Zapallar sólo existía el hotel Isla Seca y en Panguipulli no había nada. ‘Entretengámonos con algo’, pensamos. Y nosotros nos entretenemos mucho con la arquitectura, con la construcción, y la decoración”, cuenta.
Partieron en la costa. Le compraron la casa al pintor Pedro “Choclo” Erlwein y la botaron. Y en el terreno de 600 m2 levantaron una propiedad de 450 m2, con siete habitaciones. Aunque el objetivo inicial no fue ganar plata con el hotel, tampoco se trató de un chiche. Sabían que lo que compraron y transformaron tenía valor. Lo llamaron Casa Zapallar. Luego replicaron la fórmula en el sur. Adquirieron un paño de 2,5 hectáreas y construyeron el Casa Panguipulli, también de siete piezas, en 700 m2.
Este año decidieron poner en venta ambos hoteles (en 43.500 UF y 25 mil UF respectivamente), encargo que tiene la corredora de propiedades FitzRoy.
- ¿Por qué los venden?
- Carolina (C): Tiene que ver con que ya no nos dan las manos en la familia para hacerse cargo.
- Francisco (F): Lo más emocional es armar los proyectos, ver cómo crecen. Todo es buscado, no hay nada ahí que no hayamos encontrado nosotros, el bebedero de la entrada, las alfombras mapuches…
-C: Nuestros hijos nos llevaron a la Patagonia, y ahí surge una cuestión familiar que se va transformando en un lodge. Es un mundo donde estamos generando una fundación, donde estamos generando conservación…
Ese es el mundo que los tiene cautivos.
Pocos números
Hace ocho años, en una conversación con sus seis hijos les preguntaron: “Si tuvieran que quedarse con algo, ¿dónde sería?”.
Sabían que la posibilidad de estar todos juntos al mismo tiempo en alguno de los balnearios anteriores se haría cada vez más difícil con la ampliación de las familias. Y así surgió la idea de ir a la Patagonia.
Fue un salto cuántico, dicen.
“Nosotros somos muy poco de números, pese a que esta mujer trabajó con Andrónico”, dice Francisco. Ella complementa: “Toda la vida trabajé con números, pero este cálculo se hizo pensando en ellos”.
Viajaron durante cuatro días a ver varios lotes en venta. Hasta que después de andar 10 minutos en un bote -al terreno sólo se accede por agua-, en el lago Caro, a una hora y media de Coyhaique encontraron lo que estaban buscando.
Fue amor a primera vista: dos fundos de 1.600 hectáreas, con río, lago, cascadas, bosques y 800 metros de playa de arena.
“Si hubiese que dejarles algo (a los hijos), que sea eso. Y ahí van a poder estar todos juntos”, dice la periodista. Ese mismo día cerraron de palabra el negocio. Eso sí la venta como tal recién se pudo concretar tres años después.
La cabañita existente se transformó. Cambiaron techos, muros y suelos. Armaron un gran quincho donde viven las tres personas a cargo del fundo. Además, construyeron piezas en una estructura que por fuera parecen caballerizas. Para las Fiestas Patrias de 2020 inauguraron el lugar.
Aunque no nació como un negocio, rápidamente se dieron cuenta de que para que se financie la mantención del lugar había que invitar a grupos de pesca y operar como lodge. Si bien existe un administrador (Guido) y Felipe Píriz García de la Huerta, el cuarto de sus hijos -que hizo un master en hotelería en España-, está a cargo de la operación de los negocios familiares en Chile, Carolina García de la Huerta suele viajar al lugar y en alguna de las visitas hace de housekeeper con los grupos.
Una de esas visitas fue del equipo de la startup Spora. Lo que nos lleva a una tercera etapa.
El salto a la ciencia
“Hay mundos que salen al encuentro tuyo que no necesariamente estás buscando”, reflexiona García de la Huerta, quien se mantiene en tres directorios ligados a fundaciones de Andrónico Luksic.
El primer grupo que visitó el lodge fueron accionistas y biólogos de la biotech chilena que crea telas a partir del micelio de los hongos. Ellos armaron en el living un laboratorio donde fueron sacando muestras de ADN de más de 60 especies de hongos de la Patagonia para testear si podrían transformarlos en alguna cepa que les permitiera desarrollar el “cuero” que fabrican. Tras el encuentro, la familia entró como inversionista a Spora, que por ese entonces estaba iniciando una ronda de capital puente. Ahí también conocieron a Pablo Zamora -cofundador de NotCo-, quien a su vez les presentó a un grupo de científicos de la Universidad de Santiago que estaba realizando estudios vinculados al dolor.
De ahí saltaron a David Bravo, kinesiólogo chileno que vive en Nueva York, fundador de la biotech Pannex Therapeutics que trabaja en la reducción de los tumores y el manejo del dolor a través de una molécula llamada pannexin. Y entraron como inversionistas a su empresa. “El dolor es un tema sensible familiarmente, que nos toca y donde tenemos la antena parada”, explica Carolina.
En paralelo entraron en la conservación. Para eso armaron la fundación La Ruta del Agua. Asesorados por Tomas Franke, de Sur Realista, hicieron un masterplan. Luego el ingeniero forestal Javier Guerra, les hizo un levantamiento de lo que hay en bosques en el predio. Lo mismo con botánicos e ingenieros que trabajan en temas de glaciares y levantamiento de fauna.
Y hay dos proyectos más de la familia en la zona: uno de energía limpia -“no puede ser que el 60% de la región de Aysén todavía es diesel”, dice la periodista-, y otro que mezcla lo inmobiliario con la conservación: el condominio rural Refugio Río Mañihuales.
Vuelo a Barcelona
Tres de los hijos del matrimonio estudiaron magister en Barcelona, en diversas materias: derecho penal, finanzas y hotelería. Uno de ellos, Manuel, el financiero, todavía vive allá y espera mellizas, las primeras mujeres que aterrizarán en un clan hasta ahora totalmente masculino en la segunda y tercera generación.
En una de sus visitas, Manuel le comentó a sus padres que estaban caros los arriendos en la capital catalana. “La Carola me dice ‘entremos’”, cuenta Francisco.
Compraron primero un departamento en el barrio Gran de Gracia, y luego un segundo, en el mismo edificio. En uno vive Manuel y el otro lo usan ellos: residen allá dos meses y medio al año.
Estando en Barcelona se tentaron con otro negocio: la compra de edificios completos, que son remodelados en las áreas comunes, y luego vendidas las unidades por separadas. Con un grupo de inversionistas chilenos -entre ellos el fundador de Multiexport Martín Borda, el socio de Invertec Foods Alberto Montanari, y un hermano de Francisco-, compraron dos edificios. Uno de ellos ya está listo para salir a la venta.
A cargo de los negocios familiares fuera de Chile, está Manuel Píriz García de la Huerta. Y los en Chile, Felipe.
En ese camino es que no hay hijos que puedan hacerse cargo de los hoteles, dicen. Felipe -casado con la atleta Isidora Jiménez- se trasladará a vivir a la Patagonia.
“Los hoteles fueron quedando atrás. En la atención y energía que le pones. Es la realidad, y está bien”, dice Francisco.
- ¿Han recibido interesados?
- C: Sí. Estamos ahí, cerca...
Vivir fuera del poder
- Carolina, tú has sido muy activa profesionalmente, muy vinculada al poder. ¿Como fue el proceso de jubilarse?
- C: Honestamente fue súper duro. Pero creo que particularmente porque salí el 31 de diciembre de 2019 y en marzo parte la pandemia. Entonces pasar a eso, a la nada, a la incertidumbre, fue duro. Un acto de adaptación. Yo me vestía de acuerdo a lo que tenía que hacer, la agenda determinaba muchas más cosas cotidianas de lo que crees. Yo creo que a mí me determinaron dos cosas: uno, mamá, mujer, familia, hijos achoclonados. Y lo otro, es que trabajé mucho toda la vida. Entonces cuando una cosa te identifica tanto, tienes que darle cierta vuelta.
En este proceso, la periodista cuenta que dentro de las cosas que ha descubierto, es una relacionada a la menopausia. “Siempre odié la menopausia. Hasta que hace un año, Daniel (su hijo) me dice: ‘Mamá, la menopausia es un giro evolutivo. Hay tres animales que tienen menopausia: elefantes, ballenas y mujeres. Porque son la memoria’. La menopausia te cambia entera, te deja atrás y te prepara para los próximos 25 años. Te está regalando algo que a ellos no les regala. Hay algo de transferencia. Eso también lo he hecho muy propio. Es impresionante la naturaleza. Es una nueva energía donde miras a los que vienen, a esos niños, con unas ganas, con una vitalidad, de que conozcan el mundo entero, de darles sabiduría. Entonces es muy entretenido tener todavía salud, tener capacidad”.
“Lo otro que a mí me cambió, fue el sentido de la actualidad, de lo que es relevante, y lo que no. Uno pasa a tomar una perspectiva de las cosas y es lo que tratamos de traspasar a los que vienen abajo”, explica.
- Eso no necesariamente es la edad, sino que saliste de un trabajo periodístico muy exigente donde tenías que estar arriba de todos los temas, ¿no?. Temas que quizás hoy los ves y dices “qué importa”.
- C: ¡Qué importa! Pero también el tema político que es tan desgastante acá en Chile. No estamos discutiendo nada muy relevante. El partido está en otra parte. Están pasando cosas. Esta es una era muy impactante para estar vivos, yo estoy muy agradecida de que nos haya tocado ser testigos. El mundo nunca va a volver a ser el mismo.
- ¿Sigues en contacto con Andrónico Luksic?
- C: Esa es otra cosa, el valor de tu tiempo. Hoy hago cosas que quiero hacer. Estoy de directora de la fundación Te Apoyamos (de AL), donde se está haciendo algo bien nuevo.
- ¿Es la evolución de la fundación Impulso Chileno?
- C: Es que Impulso Chileno pasó a la Fundación Luksic, y es un concurso de emprendimiento. Esto va mucho más a la precariedad puntual: “Se me cayó el techo de la cocina”, “estamos viviendo de a tres en la misma cama”, “mi hijo necesita una silla en particular”. Se está viajando y encontrando la problemática. Eso te mete en lo que sigue pasando en Chile, tienes un cable a tierra bien duro, bien fuerte. Y en la Fundación Luksic, de la cual fui presidenta, se cambió el directorio, y yo permanecí en el directorio de la FEL que es la que tiene el colegio de los Luksic, el Instituto Agrícola Pascual Baburizza que está en Los Andes en un lugar maravilloso con internado, y que ha costado un montón sacar adelante.
- ¿Sientes que te quedó algo pendiente profesionalmente?
- C: Nada.
- ¿Y algo que te arrepientes o que no lograste?
- C: Una sola cosa: haber sido seca para el inglés, nunca fui, a pesar de que lo estudié, pero hay algo en mi cabeza… Me hubiera encantado ser bilingüe.

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