por cristián rivas neira
Eduardo Chadwick es un apasionado del vino. Si no está metido en algún viñedo del grupo Errazuriz -que preside-, está en alguna reunión analizando las últimas tendencias del sector o tal vez de viaje, buscando dar profundidad a algún mercado. Él es así. Un incansable de la enología y la vitinicultura, según lo definen varios de sus cercanos. Por eso, lo que haga tarde o temprano suele marcar tendencia en el sector. Y lo que supimos, respecto a su afán de introducir con fuerza la conservación al interior de sus viñedos, de seguro dará que hablar.
Lo que nos comentaron inicialmente -y el mismo Chadwick nos reforzó después junto a su brazo derecho en materias ambientales-, es que la compañía está dando los primeros pasos para hacer conservación en parte de sus terrenos productivos. Esto que parece simple, hasta ahora no ha sido puesto en marcha por ninguna otra viña en el país. Suponemos que porque implica autoexigencias no menores, como el compromiso a no intervenir de ninguna forma productiva esos terrenos.
En los hechos, la primera experiencia del grupo se está dando en Viña Arboleda, que cuenta con unas 1.100 hectáreas de terrenos en las cercanías de Quillota, de las cuales 870 actualmente no son productivas, y donde hay varios espacios con bosque nativo, lo más relevante de proteger.
La idea inicial es comenzar con una declaración de un área protegida de 50 hectáreas que corresponde a la quebrada La Leona, donde ya comenzaron a realizar trabajos de investigación respecto a la flora y fauna que existe en el lugar. Esto lo están realizando en compañía del Instituto de Ecología y Biodiversidad, que agrupa a científicos de cinco universidades del país y con el que implementarán posteriormente el plan de protección.
Los intereses
Chadwick cuenta que entre los objetivos de la nueva estrategia está conservar la biodiversidad nativa y su hábitat, pero también evitar la erosión y posibles incendios en las zonas aledañas a las unidades productivas formadas por los viñedos. “Nuestro interés es restringir la actividad productiva a zonas ya preestablecidas y desarrollar un programa de conservación del ecosistema que incluya actividades tales como ecoturismo, educación ambiental, e investigación sobre biodiversidad y cambio climático”, sostiene el empresario.
Esto es secundado por Gerardo Leal, enólogo-viticultor de investigación, desarrollo y sustentabilidad del grupo de viñas Errázuriz -que integran Errázuriz, Seña, Arboleda y Caliterra- quien agrega que los predios protegidos corresponden al clima mediterráneo, donde más del 40% de este tipo de superficies a nivel mundial ya ha sido intervenido. De ahí la importancia de proteger lo que queda.
“Nuestros viñedos forman parte de un sistema natural que provee una variedad de servicios ambientales de los cuales dependemos, tales como la producción y disponibilidad de agua dulce, control biológico de plagas, control del clima local, y producción de suelos fértiles, entre otros. Sabemos que para proyectarnos en el tiempo, necesitamos mantener estos servicios por lo cual se requiere la conservación del ecosistema que los provee”, dice el ejecutivo.
Pero no sólo eso. Para sobrevivir en el tiempo también se requiere satisfacer la necesidad que hoy tienen los clientes en el mundo por producciones más amigables.
Chadwick lo describe bien. Dice que los mercados están cada vez más exigentes a la hora de decidir qué vino comprar. Algunos están poniendo ojo en los reportes de sustentabilidad, otros en los índices de emisiones de carbono, y otros incluso ya tienen impuestos por estas emisiones. “Dado este escenario, incorporar el manejo sustentable de zonas aledañas no productivas consolida a la industria del vino, frente a otras áreas, en un actor de real preocupación por el medio ambiente ya que muchos de los recursos usados a nivel productivo dependen del manejo de zonas de bosques y cuencas, como la erosión, por ejemplo”, afirma.
Algo que en Chile todavía no ha calado muy hondo. Pese a que hay leyes sobre trato y cuidado del bosque nativo, Leal sostiene por ejemplo que hace falta una ley para que los privados vean en la conservación de tierras no productivas una oportunidad real. Dice que se requiere normas que posibiliten el conseguir recursos de financiamiento público y privado, y donde las universidades generen conocimiento que permita resguardar el hábitat de las futuras generaciones. Al menos algo ya se está haciendo.