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El próximo podría ser diez veces peor

Japón está revisando los escenarios de su política de emergencias, un proceso que afectará al gobierno y las empresas y será un referente mundial.

Por: | Publicado: Viernes 9 de marzo de 2012 a las 05:00 hrs.
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Desde el terremoto grado 9 y tsunami que asoló la costa nororiental de Japón el 11 de marzo y mató a casi 20 mil personas, los científicos han estado replanteándose los supuestos por mucho tiempo aceptados sobre riesgo sísmico en el inestable archipiélago. Sus simulaciones sugieren que la ola provocada por un terremoto de similar magnitud pero más al sur devastaría el borde marítimo de una zona mucho más densamente poblada e importante económicamente. Según algunas estimaciones, diez veces más personas podrían morir.

Si eso no suena suficientemente aterrador, los científicos también creen que la mega ciudad de Tokio -hogar de 35 millones de habitantes y responsable de más de un tercio del PIB de Japón- podría ser vulnerable a terremotos mucho más fuertes de lo que se pensaba.

Estos escenarios están ayudando a impulsar una amplia revisión a la planificación de emergencia, un proceso que tendrá profundas implicancias para el gobierno y las empresas en la tercera economía del mundo, y que se convertirá en una importante referencia para todo el mundo.

El terremoto y tsunami de 2011 fueron mucho mayores de lo que estaba contemplado en la planificación oficial. La costa nororiental es una de las más amuralladas del mundo, pero pocos de sus diques eran suficientemente altos para detener las olas. De hecho, en algunos casos, sólo crearon una mortal sensación de falsa seguridad.

Ahora el gobierno japonés se apronta a publicar los escenarios revisados para las regiones vulnerables que incluyen la posibilidad de enormes pero poco frecuentes eventos como los del 11 de marzo, que se cree fueron los mayores en el mar nororiental en más de 1.000 años.

Ninguna región de Japón está a salvo pero los planificadores se están enfocando particularmente en el riesgo de un tsunami cerca del estrecho de Nankai, al sur de las islas principales de Honshu y Shikoku.

Yoshiaki Kawata, director de la facultad de Ciencias y Seguridad de la Universidad de Kansai, planteó en descarnados términos las posibles consecuencias para la ciudad portuaria de Osaka, uno de los centros industriales más importantes del país. El tsunami de un terremoto grado 9 inundaría enormes áreas de la ciudad, construida casi al nivel del mar, y cubriría completamente sus centros comerciales subterráneos. Hasta unas 100 mil personas podrían morir, dijo, con igual número de víctimas en otras regiones de la costa.

Pero además está el Gran Tokio, donde los temores públicos acerca de un gran terremoto largamente anticipado -y que con frecuencia se dice que debería haber llegado ya hace tiempo- se han mantenido vivos por las frecuentes réplicas en el último año y una serie de especulaciones de que el terremoto de 2011 sólo aumentó las presiones sobre la red de fallas que corren por debajo de la capital.

No existe consenso científico sobre si esto es cierto, pero el gobierno está revisando sus escenarios de planificación, que se centraban en un terremoto grado 7,3 en Tokio. El ministro japonés para el manejo de desastres, Masaharu Nakagawa, sugirió que la revisión probablemente contemplará un escenario que incluya un terremoto grado 8. “Nuestras actuales expectativas podrían ser demasiado optimistas”.

Otro cambio de enfoque surge de la distinción entre preparativos para desastres más frecuentes pero más manejables y aquellos que son raros y casi imposible de evitar completamente. “Hasta ahora, la planificación había estado enfocada en la prevención, por ejemplo, levantando murallas más altas contra los tsunamis”, dice Nakagawa. “Recién ahora estamos comenzado a reconocer realmente que lo importante es crear un sistema fundado en la idea de la mitigación de desastres”.

Eso significa en parte aceptar que no todas las comunidades costeras podrían ser protegidas. En cambio, se debe asegurar que la menor cantidad de gente posible muera. En Osaka, las autoridades están buscando formas de asegurar el acceso a edificios altos para quienes pudieran quedar atrapados en áreas bajas, y trasladar los almacenes con alimentos para emergencia a lugares más elevados.

Se va a requerir una gran cantidad de nuevas construcciones. Esta semana, la ciudad de Omaezaki, al sur oeste de Tokio, inauguró una torre de evacuación para tsunamis de doce metros que con un costo de US$ 419 mil podría refugiar a 100 personas. Replicar estas estructuras en el largo borde costero de Japón no sería barato. Pero la mitigación de desastres es menos cara que tratar de levantar barreras impenetrables. Tan sólo reparar el rompeolas del puerto de Kamaishi, que tiene el récord mundial con 63 metros de profundidad pero que fue superado el año pasado, costaría unos 49 mil millones de yenes.

Con las finanzas del gobierno presionadas por el débil crecimiento económico, una mitigación de desastres efectiva requeriría activa participación del sector privado. La demanda de mercado aportaría impulso. Seitaro Tsuji, administrador de propiedades de Mitsubishi Estate -dueña de algunos de los terrenos más caros de Tokio- dice que la seguridad se ha convertido en un argumento de ventas aún más poderoso. “Las compañías se han vuelto muy cuidadosas sobre dónde ubican sus oficinas”, dijo. “Estamos recibiendo cada vez más consultas sobre resistencia a terremotos”.

Pero aún más importante que el “hardware” es el “software” como la consciencia y el entrenamiento. Habría habido muchas más muertes el año pasado si no hubiera sido por los recuerdos de mortales tsunamis en el pasado y los periódicos simulacros.

Como destaca Nakagawa, con una población de más de 600 mil personas en las áreas inundadas, el saldo de 15.854 muertos y 3.274 desaparecidos podría haber sido mucho más alto.

Pero será más difícil conseguir una respuesta similar en poblaciones donde los desastres son menos frecuentes. Las autoridades ya han comenzado los esfuerzos. NHK, la cadena de TV estatal, transmitió imágenes generadas por computador de un tsunami inundando Yokohama, una ciudad de más de 3 millones de habitantes en el Gran Tokio, para resaltar la potencial amenaza que pocos residentes han considerado. Pero mantener esos esfuerzos será más difícil a medida que los recuerdos del 11 de marzo se desvanezcan.

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