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Un Obama con síndrome de “pato cojo” sorprende con un arrogante discurso

Pero la intención de Obama no era la aprobación de las leyes. Su juego real fue allanar el camino de la victoria electoral de Hillary Clinton.

Por: Edward Luce, Financial Times | Publicado: Jueves 22 de enero de 2015 a las 05:00 hrs.
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Cuando un presidente demócrata se permite hablar de los derechos de los "transgénero" en horario prime, puede estar seguro de que no va a postular a la reelección. En el caso de Barack Obama, su antepenúltimo discurso del Estado de la Unión fue entregado con una dosis extra de actitud.


Bill Clinton una vez dijo que la mejor forma de probar un discurso era poner el televisor en silencio. Y a juzgar por la apariencia de Obama, los demócratas podrían haber arrasado en las elecciones legislativas del año pasado, en lugar de haber perdido el control del Capitolio.


Desde entonces, Obama ha actuado como si le hubieran sacado un enorme peso de encima. Atrás han quedado los predecibles llamados al bipartidismo. En su discurso, Obama planteó el argumento de una "economía de la clase media" y un "liderazgo más inteligente en el extranjero". Cuanto más hoscos parecían los republicanos, mayor era la arrogancia del presidente. El Estado de la Unión está mejorando y los días "de amor y paz" de Obama han terminado.


Eso, al menos, era la exuberante música ambiente. La sustancia era la elección presidencial del próximo año. Muy poco, o nada, en la primera mitad del largo discurso de Obama -que tenía más de cinco veces la longitud de la Declaración de Independencia- tiene posibilidades de ser aprobado por un Congreso republicano.


Estas incluyen las ya bien conocidas propuestas de Obama de aumentar la inversión en Internet, subir el salario mínimo federal, proporcionar licencias por enfermedad universales, promulgar la igualdad salarial para las mujeres, hacer los community college gratuitos y elevar los impuestos a las ganancias de capital para financiar un beneficio tributario a la clase media.


Pero la intención de Obama no era la aprobación de estas leyes. Su juego real fue allanar el camino de la victoria electoral de Hillary Clinton en 2016, que es también la mejor esperanza de Obama de cimentar su legado. Cada una de sus propuestas está minuciosamente sondeada por encuestas. El tema de que EEUU recuperó su dinamismo, pero dejó atrás a gran parte de la clase media resuena en la mayoría de los votantes.


Dadas las restricciones domésticas de Obama, la sección de la política exterior de su discurso fue más potente. Mostró un grado de confianza raro en él. "Cuando lo que estás haciendo no ha funcionado durante 50 años, es hora de probar algo nuevo", dijo sobre su reciente apertura a Cuba. Fue recibido con un silencio sepulcral desde el bando republicano. Lo mismo se aplica a su observación de que catorce de los quince años más calurosos fueron registrados desde comienzos del siglo XXI. Ídem con su repetida promesa (ahora por sexto año consecutivo) de cerrar Guantánamo.


También se proclamó victorioso en la estrategia de evitar una sobrerreacción al expansionismo de Vladimir Putin. El presidente ruso se quedó ahora aparentemente sin amigos y con su economía deteriorada. Obama también vetaría cualquier intento por parte del Congreso de imponer nuevas sanciones a Irán antes de que él haya dado una oportunidad a las negociaciones. Pidió autoridad legal para perseguir la guerra con Isis, pero insistió en que no se necesitaría presencia estadounidense en terreno. Y así.


Había mucha arrogancia en el discurso de Obama, que fue lo más cerca que ha estado de reivindicar toda su política exterior. Los acontecimientos tienen una manera de confundir estas afirmaciones audaces. Pero no era el discurso de alguien que se vea a sí mismo como un "pato cojo" (un presidente sin poder).


Tenía más un aroma a triunfo final. La mejor línea de la noche no estuvo ni siquiera en el guión. Hacia el final, un grupo de republicanos comenzó a aplaudir cuando Obama dijo que no enfrentaría la reelección. "Lo sé", bromeó, "porque gané las dos".


Después de haber sufrido uno de los partidismos más amargos de la historia reciente, Obama está descubriendo las partes del trabajo que disfruta. Eso no incluye llegar a un acuerdo con sus oponentes. Emitió más amenazas que en todos sus primeros seis años.


También estuvo el obligatorio llamado a las prioridades de gasto liberales. Sin embargo, el verdadero mensaje del discurso es que la prioridad de Obama en sus dos últimos años en el cargo será la de asegurar otra presidencia Clinton.

Financial Times

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