La agencia de medición de riesgos Moody's anunció que revisa "para posible descenso" la calificación de todos los bancos lusos al ampliar su análisis a las dos entidades financieras que faltaban, Montepio y Banif.
El pasado 9 de diciembre, Moody's colocó en revisión el riesgo de los principales bancos de Portugal, en una lista en la que estaban el Banco Portugués de Inversión (BPI) -participado por La Caixa-, el Banco Comercial Portugués (BCP) -participado por el Banco Sabadell-, la Caixa Geral de Depósitos, el Banco Espírito Santo (BES) y el Banco Santander Totta -filial del grupo español del mismo nombre-.
Esta decisión de ampliar el número de entidades analizadas se produjo pocas horas después de dar a conocer que también pone en revisión la calificación de los bonos estatales a corto y largo plazo de Portugal para un posible descenso de uno o dos niveles, pese a precisar que no cuestiona "la solvencia" del país luso.
Tanto Montepio como el Banco Internacional de Funchal (Banif) tienen ahora la calificación Baa3, que indica una calidad aceptable, y podrían bajar "no más de un escalón, probablemente", según Moody's, lo que les situaría en Ba1, es decir, sensible a entornos adversos.
"La revisión para un posible descenso de los ratings sobre la deuda y los depósitos de Montepio y Banif está relacionada con el debilitamiento potencial de su solvencia", señaló la agencia de calificación.
Moody's explicó que evaluará en un plazo aproximado de tres meses si "la capacidad del Gobierno portugués para ayudar a sus bancos continúa siendo muy alta" o, si por el contrario, esta capacidad ha disminuido.
El Ejecutivo luso ha aprobado a lo largo de 2010 diferentes medidas de ajuste para reducir el déficit público, entre ellas rebajar un 5% el sueldo de los funcionarios, aumentar la carga fiscal y rebajar de la inversión y el gasto.
La situación financiera de Portugal sigue siendo objeto de especulación en los mercados por el temor a que solicite un rescate de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional (FMI) como ya hicieron Grecia e Irlanda, lo que se refleja en la presión sobre su deuda soberana a diez años, y que hoy se penalizaba con un interés del 6,5%.