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Egipto y el monólogo electoral

Por: | Publicado: Viernes 9 de marzo de 2018 a las 04:00 hrs.
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En Egipto se celebrarán elecciones presidenciales entre el 26 y el 28 de marzo próximos. Dado el contexto político religioso que gravita en Medio Oriente, presentamos esta entrevista que realizó Oasis Center a Tewfik Aclimandos, historiador y profesor de relaciones internacionales en la Universidad francesa de Egipto. Experto en política egipcia, es autor de numerosos artículos científicos sobre el ejército egipcio, la Hermandad Musulmana y la política exterior de Hosni Mubarak.

El único candidato que se ha atrevido a desafiar al presidente egipcio Abdelfatah al-Sisi es uno de sus defensores, Moussa Mostafa Moussa, que hasta unos días antes de presentarse recogía firmas en favor de su futuro rival. Al cabo de pocas semanas, varios candidatos y posibles rivales del Rais (presidente de la República) han abandonado su carrera o se han visto obligados a hacerlo, dejando vacante la próxima cita electoral.

El sobrino del expresidente Anwar el-Sadat ha abandonado; el excandidato y figura del viejo régimen de Hosni Mubarak, Ahmed Shafik, ha anunciado su retirada tras haber sido deportado al exilio en los Emiratos. Y el más serio de los posibles candidatos, el general y exjefe del Estado mayor Sami Anan, fue arrestado horas después de anunciar sus intenciones. Además, el excandidato presidencial islamista Abdel Moneim Abol Fotouh –que se presentó en 2012– ha sido detenido por presuntos contactos con su antiguo grupo, los Hermanos Musulmanes.

Grupos y asociaciones de derechos humanos egipcios e internacionales han hablado de “farsa electoral”, han acusado a Al-Sisi de “pisotear hasta los requisitos mínimos para unas elecciones libres”. En un Egipto cansado por una complicada situación económica (que ha obligado al presidente a poner en marcha reformas inéditas) y por reiterados ataques terroristas contra la minoría cristiana en el corazón de sus ciudades y en el norte del Sinaí, cuartel de yihadistas, las libertades personales se han reducido drásticamente y ha aumentado la represión del régimen.

La promesa de mantener la seguridad –hace unos días dio comienzo una operación militar contra grupos yihadistas en el Sinaí, en la región del Delta del Nilo y en el desierto occidental, hacia la porosa frontera con Libia– y ahorrarle al país una suerte como la de Siria, Yemen o Libia le sigue garantizando al jefe de Estado cierto margen de maniobra tanto en casa como en el exterior.

Aunque Al-Sisi, que se presenta a su segundo mandato sin rivales, pierda popularidad, según nos explica Tewfik Aclimandos, “la sociedad, cansada, teme nuevos levantamientos y no quiere más revueltas. Eso juega a favor del presidente”.

- ¿Qué han significado para la sociedad y la economía las relaciones entre las diversas confesiones religiosas y los cuatro años de presidencia de Al-Sisi?

- Su primer mandato se divide en dos etapas. En la primera ha llevado a cabo una política de grandes proyectos, cuya pertinencia es objeto de discusión entre los expertos, implicando tanto a sus defensores como a sus opositores. Al-Sisi pensaba que la ayuda de los países del Golfo se mantendría en los niveles milagrosos de los años 2013 y 2014. Muchos se preguntaban si esa ayuda no se habría podido utilizar de otra manera para realizar reformas estructurales. Por diversas razones, la ayuda se interrumpió en 2016 y el presidente no tuvo otra opción. Puso en marcha esas reformas estructurales que han puesto punto final a cuarenta años de prórrogas y negativas. Pero este programa es duro. El poder adquisitivo de las clases sociales se ha reducido dramáticamente y de momento el plan no ha dado resultados. La popularidad del presidente se ha resentido considerablemente. Queda el hecho de que en esta cuestión ha mostrado un gran valor. Es difícil saber si la población será capaz de aguantar mucho tiempo. Las familias numerosas sin miembros emigrados sufren terriblemente y renuncian a muchos bienes. La mancha negra, irremediablemente negra, es el dossier relativo a las libertades públicas y a los derechos humanos. Si bien la prensa es más libre de lo que se dice, hay tolerancia cero para las manifestaciones y asociaciones, y el grupo que detenta el poder cuenta con actores conservadores dispuestos a perseguir cualquier forma de comportamiento considerado “pecaminoso” o cualquier discurso “religiosamente incorrecto”.

¿Cuánto afecta la amenaza terrorista? Está en marcha una operación militar contra grupos yihadistas en el Sinaí, ¿hay resultados?

Respecto a la seguridad, supone un desafío enorme en el que se han alternado los éxitos y los fracasos. En general, la guerra contra facciones violentas en el valle del Nilo se está resolviendo a favor del Estado, mientras que en el Sinaí está yendo muy mal. Pero es una situación oscilante, la operación actual podría darle un vuelco. Por lo que se refiere a la convivencia entre confesiones religiosas, al nivel de la reforma del discurso religioso algo se ha hecho, pero estamos muy lejos de la meta. Al-Azhar se ha sentido atacado por el poder y por los intelectuales, ha cerrado filas y se ha endurecido, a pesar de que ha realizado gestos concretos pero que se han considerado como insuficientes. La comunidad copta está bastante decepcionada, pero sigue apoyando al presidente aunque con menos vigor que antes. Según los coptos, el poder ha sido demasiado tímido frente a los salafitas, y sus agresores en los incidentes interconfesionales llevan demasiado tiempo impunes. Por su parte, el poder reconoce la existencia de un problema, al contrario de lo que pasaba con Mubarak. El presidente suele encontrar las palabras justas, y eso está bien pero no basta. Dado que los islamistas consideran a los coptos la causa principal de su fracaso (equivocadamente), y dado que se agrava constantemente el discurso del odio, los coptos no tienen otra opción y apoyan al régimen a pesar de que este ya no les sepa convencer.

- Tras el arresto del general Sami Anan, los medios internacionales han hablado de farsa electoral. ¿Cómo incide esto en la credibilidad de Al-Sisi? ¿Qué queda entonces de 2011?

- Indudablemente es una farsa que se explica a la luz de factores estructurales y coyunturales. Desde el punto de vista estructural, el país ya no quiere a los islamistas y las fuerzas no islamistas existen paradójicamente solo cuando los islamistas constituyen un peligro. Cuando el peligro decae, la razón de ser de las fuerzas no islamistas también pierde presencia. En otras palabras, estas fuerzas, exceptuando a los liberales, tienen una cultura revolucionaria, golpista, en la perspectiva de “hacer caer el régimen” en vez de “construir un partido” o “preparar una alternancia”. Los candidatos serios son en su mayoría militares (Al-Sisi, Ahmed Shafik, Sami Anan). El ejército teme ver cómo sus hijos pueden eliminarse mutuamente y lavar los trapos sucios en público. Creo que las elecciones, en sí mismas, o más bien esta farsa electoral, no cambian mucho las cartas sobre la mesa. Hace tiempo que los egipcios comprendieron que la democracia tendrá que esperar, y los medios y los opositores internacionales encuentran consuelo odiando al jefe del Estado.

- ¿Qué papel han tenido los Hermanos Musulmanes? ¿Es verdad que hay cierta apertura hacia ellos por parte de Al-Sisi?

- No lo sé. Hay quien quiere calmar las aguas con la Hermandad concediéndoles lo suficiente como para que dejen de trabajar para Qatar y Turquía, rivales del régimen actual, pero sin ofrecerles demasiado para no preocupar a la opinión pública y poner en peligro al régimen. Otros dentro del régimen piensan que ciertas concesiones suscitarían la preocupación de la opinión pública. En la Hermandad hay quien cree que una tregua o una reconciliación permitirían reconstituir la organización y darle un cierto respiro. Naturalmente, hay figuras más o menos moderadas. Dicho esto, se habla de reconciliación desde hace más de dos años y todavía no se ha llegado a ningún acuerdo.

- ¿Sigue habiendo algún liderazgo activo en los Hermanos Musulmanes o están todos en prisión?

- Existe un cierto liderazgo. Muchos están en el exilio y la situación organizativa de la Hermandad es un misterio. La formación se ha vuelto clandestina y solo deja filtrar lo que le conviene. Los líderes históricos mantienen el control del dinero y tienen el apoyo de una parte de sus miembros, no por convicción sino por temor a divisiones internas.

- ¿Cómo afronta la sociedad el actual clima político en Egipto? ¿Cómo afectan la farsa electoral y la falta de seguridad en el Sinaí al apoyo popular?

- Es difícil hablar con certeza de la opinión pública sin sondeos fiables. El presidente ahora es menos popular que en 2014. La sociedad está cansada, teme nuevas revueltas y no quiere más revueltas. Eso juega a favor del presidente. Por lo que se refiere a los medios, el principal cambio es la lenta desaparición de las televisiones privadas que surgieron tras la caída de Mubarak. Por ser más precisos, muchas de ellas han sido relevadas por los servicios estatales (inteligencia militar, ejército, el GIS), lo que se explica en parte por una opinión pública cansada, que sigue cada vez menos los debates, salvo los de política exterior. La pérdida de independencia de estas televisiones obviamente no puede más que reforzar esta tendencia en vez de invertirla. Otro factor importante es el hecho de que los países del Golfo ya no compiten por el control o la influencia en el campo mediático egipcio y lo financian mucho menos. La Hermandad además es un peligro del pasado, mientras Qatar es persona non grata. Por último, los intelectuales no están muy contentos, por lo que yo veo. Las razones de ese malestar son muchas, entre ellas la impresión de que nadie los quiere, ni el Estado ni la sociedad, la sensación de ver al Estado ceder demasiado fácilmente a las presiones de los “religiosos” que dan caza a lo que consideran religiosamente incorrecto, y las duras condiciones de vida impuestas por la caída de la financiación internacional (occidental y del Golfo). Casi todos se sienten aliviados por no ver crecer la amenaza islamista, pero es un factor que ya resulta casi adquirido, tal vez equivocadamente, y por tanto no basta para garantizar lealtades.

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