Es imposible resumir todos los hitos que han ocurrido este año en la industria de la inteligencia artificial. Cada día surge una nueva aplicación, un modelo o un producto que añade más velocidad y complejidad a este mercado.
Desde el lanzamiento de ChatGPT en noviembre de 2022, la industria bursátil se ha volcado de lleno en firmas de IA —o en aquellas que aseguran usar esta tecnología—. Nadie puede escapar a su impacto y eso se refleja en los últimos resultados: las grandes tecnológicas han mostrado trimestre tras trimestre cifras sólidas, incluso en medio del ruido externo de una sobredemanda de este tipo de inversiones.
Dos noticias recientes refuerzan este rally: a principios de septiembre, Oracle subió más de 40% gracias a la demanda de servicios de nube asociados a IA. El salto fue tal que su cofundador, Larry Ellison —quien controla el 35% de la firma— se convirtió brevemente en el hombre más rico del mundo, con un patrimonio superior a los US$ 350.000 millones, según el índice de billonarios de Bloomberg.
El eco de este hito no tardó en llegar: decenas de artículos periodísticos analizaron cómo la IA está reordenando el mercado. El medio especializado The Conversation lo resumió con una pregunta incómoda la semana pasada: “El boom de la IA acaba de revolucionar la lista de los más ricos del mundo. ¿Y si este auge fuera en realidad una burbuja?”.
La segunda noticia ocurrió este lunes: por primera vez, Alphabet, la matriz de Google, alcanzó la marca de los US$ 3 billones en capitalización bursátil, sumándose al club de Apple, Microsoft y Nvidia. La razón detrás del récord es la misma que el crecimiento de Oracle: el aumento en la demanda por los productos y servicios que Google ofrece gracias a la IA.
Esto, claro está, no es nuevo. Las revoluciones tecnológicas suelen detonar una fiebre en el mercado de capitales. Algunos lo llaman burbuja, otros prefieren hablar de sobreinversión. Y aunque todavía parecen lejanas, las señales de alerta ya están: Nvidia, que domina cerca del 90% del mercado de chips de IA, se transa hoy a más de 30 veces sus utilidades proyectadas.
Por eso, en medio de este frenesí bursátil en torno a la IA, han proliferado en las últimas semanas reportes y análisis que cuestionan la sostenibilidad de esta ola y trazan paralelos con otras burbujas, como la de comienzos de los 2000 con el auge —y posterior desplome— de las puntocom.
La alerta y la calma
“¿Qué pasaría si el mercado bursátil de la IA se desplomara?”. Así se titula el largo artículo de The Economist de inicios de septiembre que establece que el costo potencial de un colapso de estas características “ha aumentado de forma alarmante”. Lo explican de esta forma: desde 2022 la bolsa norteamericana sumó US$ 21 billones y diez empresas explican más de la mitad de ese salto. Además, un tercio del capital de riesgo en Occidente fue a IA.
Sin embargo, los retornos no están garantizados: un estudio del MIT concluye que el 95% de las empresas obtienen “retorno cero” de la IA generativa.
Según The Economist, si la burbuja se desinfla —algo habitual en las revoluciones tecnológicas, ha advertido Sam Altman, cofundador de OpenAI—, las consecuencias pueden ser significativas, sobre todo porque la exposición directa de los inversionistas individuales al mercado bursátil está en niveles récord.
Un análisis del banco suizo UBS compara el boom actual con la burbuja puntocom de los 2000. Aunque los saltos en las valorizaciones recuerdan a esa época, el estudio destaca diferencias clave: el alza está respaldado por utilidades en crecimiento, múltiplos bursátiles mucho más bajos y un contexto monetario distinto. En los años de la puntocom, la Reserva Federal de Estados Unidos subió con fuerza las tasas de interés y eso precipitó el colapso. Hoy, ese escenario se ve muy lejano.
Sin embargo, también advierten riesgos. En 2000, la combinación de recortes de inversión y utilidades bajas terminó por erosionar la confianza en las puntocom. Según UBS, algo similar podría ocurrir con la IA si hay sobreinversión o mala asignación de recursos.
Además, el rubro de tecnología del S&P 500 se está acercando a sus niveles más caros desde 2002.