Fiero: la apuesta gastronómica del fundador de Beasty Butchers
A casi cuatro años de fundar la reconocida marca de hamburguesas, Martín Cosmelli junto a sus socios Felipe Carey y Alan Luer vuelven a prender la cocina. Esta vez, con Fiero. Su apertura está prevista para fines de mes en la azotea del centro comercial Lo Castillo, en Vitacura. Así se cocinó el proyecto.
Por: Catalina Vicuña
Publicado: Sábado 18 de octubre de 2025 a las 21:00 hrs.

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Martín Cosmelli (35) creció cerca del fuego. Nació en Santiago, vivió en Paine, pero durante toda su infancia y adolescencia pasó veranos completos en el sur de Chile, específicamente en Coyhaique, corazón de la Patagonia. Su abuelo fue pionero en la zona y durante los años ‘60 incluso fue intendente de la región de Aysén.
Hijo y nieto de reconocidas banqueteras, Cosmelli cuenta que fue durante una de esas largas temporadas que pasó junto a sus nueve hermanos en el sur, que se sumergió de lleno en la cocina. La carne. Y el fuego. “En esos dos meses que nos instalábamos en el cerro, en las pampas, hacíamos la vida de allá. Y ahí se armaba esta dinámica de que cualquier espacio se podía transformar en uno para compartir. Con los viejos de la zona prendíamos un fueguito, se tiraba una torta frita, unos corderos y listo”, rememora.
Ese espíritu, prosigue, es el que intenta replicar con su nueva apuesta gastronómica próxima a abrir sus puertas en la azotea del Centro Comercial Lo Castillo, en Vitacura. Su nombre es Fiero, proyecto gastronómico ideado por Cosmelli junto a Felipe Carey (35), su cuñado; y Alan Luer (35), excompañero de colegio. El nombre, explican los socios, hace alusión al espíritu salvaje, a la personalidad de una persona brava. “En el sur se ocupa mucho para referirse a alguien rudo”, explica Cosmelli.
Tras fundar en 2021 la reconocida marca de hamburguesas Beasty Butchers -también con un local en Vitacura- hoy el trío de socios apuesta por instalar una “taberna moderna”. “Fiero es una cocina sin etiquetas inspirada en el territorio chileno, en su mercado y en su producto, enfocada para compartir”, explica Cosmelli. Su carta, adelantan los socios, se inspira en el territorio chileno e incluye carnes, mariscos y vegetales “que trabajamos con audacia y respeto”, afirman.
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El origen
Partió haciendo asados a los 14 años. Hijo de la banquetera Bernardita Munita, desde adolescente trabajó para eventos y matrimonios haciéndose cargo del fuego y la carne para los invitados. Con el tiempo descubrió que tenía talento. Y que, de paso, podía ser un buen negocio.
Entre cuarto medio y sus primeros años de universidad -estudió ingeniería comercial en la Universidad de los Andes- fundó su propia banquetera especializada en asados y comenzó a dedicar de lleno sus fines de semana a instalarse con una parrilla a atender eventos como cumpleaños y juntas de conocidos. “Y así me fui haciendo algunas lucas”, recuerda.
Una vez egresado de la universidad, tomó un camino distinto y comenzó a trabajar en una empresa de productos de peluquería, en la sección de finanzas. Ahí estuvo dos años hasta que en 2015 decidió subirse al barco que dirigía su madre en la administración del restaurante de la Viña Concha y Toro, llamado Wine Bar, en Paine. Se asociaron y Cosmelli tomó la concesión, quedando a la cabeza de la parte administrativa del local.
Sus fines de semana, sin embargo, seguían siendo de parrilla, carne y fuego. Y así nació Fuegos Clandestinos, un restaurante “nómade” y ”hermano citadino” de Fiero, cuenta Cosmelli. “Eso partió porque en el restaurante de la Viña Concha y Toro queríamos empezar a buscar proveedores locales para abastecernos de ciertos productos: cabra, leche, queso, verdura, etc. Y ahí fui descubriendo que existían prácticamente vecinos míos en Pirque que tenían todo este tipo de cosas y yo no tenía idea, a pesar de haber vivido toda mi vida ahí”, cuenta.
Así, durante dos años, Martín junto a su hermana Elisa -que estuvo a cargo de la organización y el diseño de la experiencia- recorrieron diferentes localidades como Pirque, Valparaíso, Puerto Varas, Coyhaique y la Sexta Región, realizando diversos encuentros gastronómicos, cada uno con 50 personas. La propuesta, explica Cosmelli, era “organizar reuniones entre productores, cocineros y comensales en una comunidad donde cocinamos a fuego los productos de la misma comunidad para darlos a conocer, mostrar su potencial y armar una instancia de conversación”. ¿Su gracia? La creatividad detrás del menú: prepararon cheesecake de hígado, algodones de azúcar de jamón serrano, nuggets de médula, entre otros.
En 2019, Cosmelli decidió profesionalizarse e irse con los mejores. Recién casado, armó maletas y se fue a Australia, específicamente a Melbourne, ciudad de origen del lujoso restaurante de carnes -hoy considerado como el top #1 del mundo- Víctor Churchill. Ahí trabajó durante seis meses como ayudante de carnicería: atendía con corbata y los cortes que ofrecía iban desde los $ 150 mil. “Con lo que más me quedo de esa experiencia fue el haber aprendido sobre la estructura del negocio y sobre el nivel de excelencia que existía entre mis mismos compañeros y la empresa”, reflexiona.
“Además, me fui dando cuenta de que el negocio de la carne es muy difícil porque tienes que vender el animal entero, no sólo el filete o el lomo. Y es complicado para las carnicerías o los negocios de carne porque vendes lo más escaso, lo más caro, el 20%. Pero sobra todo el resto. Y ahí dije: ‘¿Sabes qué? Podría ser una buena idea armar un negocio con el resto de la carne, con lo que no tiene mayor movimiento: los huesos, las postas, los osobucos o cortes para carne molida’”, añade. Así nació Beasty Butchers.
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Una cruzada personal
Cosmelli aterrizó de vuelta en Chile en 2021, plena pandemia. Para ese entonces, rememora, seguía teniendo la concesión del restaurante de la Viña Concha y Toro que, por el encierro y las restricciones sanitarias, tuvieron que cerrar.
Entonces se lanzó a emprender. Junto a su exsocio, el banquetero Felipe Amenábar, comenzaron a producir cajas de hamburguesas en Rancagua -sin grasa añadida, hechas con el corte del cogote, que “nadie usaba en ese minuto”, apunta Cosmelli- y listas para armar en casa. Al negocio lo llamaron Beasty Butchers. El primer mes, calcula Cosmelli, vendieron cerca de $ 20 millones sólo en delivery. El segundo, lo mismo. Al tercero, sin embargo, se levantó la cuarentena por un par de semanas y esa vuelta a la presencialidad, dice Cosmelli, significó un golpe fuerte para el negocio: “Las ventas se fueron a cero”. Entonces, el ingeniero se decidió por algo más estable y entró a trabajar a la carnicería chilena premium, Camposorno. “Pero tenía demasiadas cosas por hacer. Me sentía como enjaulado”, reflexiona.
A los pocos meses, renunció.
Apostó, entonces, por volver y profesionalizar Beasty Butchers. Para eso, contactó a sus actuales socios: Felipe Carey, ingeniero comercial con experiencia previa en el rubro de alimentos por su participación en la cadena de cafeterías y producción de alimentos D’Fab; y a Alan Luer, un excompañero de colegio y también ingeniero comercial con trayectoria en el mundo de las finanzas y la inversión. “Y les dije: ‘Ya, armemos esto como un restaurante hecho y derecho’”, rememora Martín. La idea les gustó.
- Por tu experiencia en el rubro, el siguiente paso podría haber sido apostar por un restorán de carnes, ¿Por qué insistir en el formato de comida rápida?
- Buena pregunta. Mucha gente creía que yo iba a poner un restaurante de carne y puede ser... No lo descarto. Pero creo que Beasty vino de una cruzada personal. Desde antes de irme a Australia que venía el movimiento vegano y yo sentía que había visto cosas (en el sur) muy diferentes a las que predicaban esas personas. Pensaba: ‘Yo no lo veo así. No es así. Yo veo animales libres. Veo otra cosa’. Empecé a tener una necesidad de ir contraargumentando ciertos comentarios por redes sociales y me fui dando cuenta de que mi propósito era ese: acercar la carne a la gente. ¿Y cómo lo podíamos hacer? Haciendo comida que la gente comprendiera, pero a nuestra manera.
"Empecé a tener una necesidad de ir contraargumentando ciertos comentarios por redes sociales y me fui dando cuenta de que mi propósito era ese: acercar la carne a la gente. ¿Y cómo lo podíamos hacer? Haciendo comida que la gente comprendiera, pero a nuestra manera", dice Cosmelli.
Todavía en pandemia, el trío de socios comenzó arrendando una dark kitchen ubicada en Gerónimo de Alderete. Los primeros meses, rememoran, fueron increíbles en ventas. Vendieron $ 30, $ 35 y $ 40 millones, sucesivamente. “Pero el delivery no era negocio”, afirma Carey. “Las comisiones eran muy elevadas, los tickets tampoco eran demasiado altos y había mucha competencia”, añade. La salida era una sola: había que salir a vender presencial.
Con una inversión de $ 150 millones -que recibieron de un crédito Fogape-, en noviembre de 2021 instalaron Beasty Butchers en un local en Vitacura. Ampliaron la carta: ofrecieron cola de buey con papas fritas, sándwiches de pato, de lengua, tiraditos de posta, médula con papas fritas, entre otros. “Hemos buscado cómo mostrarle a la gente que hay diferentes maneras de comer carne y, además, que no necesariamente porque uno va a comer comida rápida tiene que ser de mala calidad”, explica Cosmelli.
Al poco tiempo de esa primera apertura, la operación de Beasty Butchers se pagó por completo, afirman los socios. El 2024 lo cerraron con una facturación de $ 1.400 millones. Este año esperan hacerlo con $ 1.800. “Entonces, el año pasado nos preguntamos: ‘¿Cuál es el siguiente paso?’. Esto tiene potencial, abramos más locales… Tengo algunos conceptos que me gustaría desarrollar”, agrega. Estaban a un paso de Fiero.
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“Respetar la tradición, ser audaces en la innovación”
El plan de crecimiento de los socios era claro: “Si bien queríamos armar más restaurantes, marcas, pastelerías y heladerías, siempre dijimos: ‘Tengamos tres locales de Beasty y al cuarto nos lanzamos con algo distinto”, cuenta Carey. Buscando lugares para un segundo local de Beasty Butchers, en marzo de 2024 se toparon con un espacio vacío y disponible para arriendo en el rooftop del Centro Comercial Lo Castillo, que años atrás había ocupado un nightclub. Era una locación única. ¿El problema? Estaba a cuatro minutos caminando del local actual de Beasty Butchers. No podían abrir una segunda tienda tan cerca. “Ahí decidimos invertir el plan”, dice Luer.
Crearon la empresa Grupo Rumiante Spa, hoy dedicada a la administración y gestión de restaurantes y, de paso, a la creación de conceptos gastronómicos “con alma”, afirma Cosmelli. Así nació Fiero.
El proyecto está inspirado en el compartir. Las familias de los tres son numerosas, cuentan, y, por tanto, de largas sobremesas a la hora de un almuerzo o una comida. “Mi familia es bien grande, tengo muchos primos y estamos, además, muy relacionados al sur, todos estamos acostumbrados a esta dinámica de que compartir era sentarse alrededor de una mesa, quedarse con una botella de vino conversando y cocinando un cordero alrededor de un fuego por horas”, afirma Cosmelli. Fiero, afirma, busca replicar ese espíritu. “Aquí hay una cosa de respetar la tradición, pero ser audaces en la innovación”, afirma Martín. “Para nosotros el tema central de este proyecto es el compartir, pero también jugar con los ingredientes, hacer comida rica sin mayor pretensión, enfocarnos en destacar el producto y aportar al ambiente”, explica.
La estructura y diseño del lugar la pusieron en manos del arquitecto Cristóbal Fell -que diseñó la sucursal del MUT de Librería Antártica y el local de Café Puelo en Vitacura- y junto a él desarrollaron el concepto madre que hoy ambienta el lugar: el fuego. Por eso, explican los socios, cuando se entra a Fiero todo cumple con la estética de las llamas, del calor: algunas murallas son de ladrillo, la extensa mesa central es de madera y las luces están diseñadas para dar el efecto visual de estar sentado frente al fuego.
Con el diseño y concepto listo, en marzo de este año el trío levantó una ronda de la que participaron 12 inversionistas family&friends. El monto lo mantienen en reserva.
En mayo comenzaron a publicar en el Instagram de la marca y, en paralelo, a organizar las primeras ediciones de Fiero Clandestino (ver recuadro), una serie de encuentros -de 40 asistentes cada una- que se organizan a un costado del local actual de Beasty Butchers, en un espacio donde -en un futuro- planean abrir un tercer restaurante, Esquina Brava, dedicado a los crudos y pizzas.
“En las sesiones de Fiero Clandestino queremos ver qué tan abierta está la gente a probar cosas diferentes. Hasta qué límite podemos llegar. Hemos metido lengua, por ejemplo, y nos hemos dado cuenta de que es demasiado. En cambio, con el osobuco matamos”, explica Cosmelli.
“En las sesiones de Fiero Clandestino queremos ver qué tan abierta está la gente a probar cosas diferentes. Hasta qué límite podemos llegar. Hemos metido lengua, por ejemplo, y nos hemos dado cuenta de que es demasiado. En cambio, con el osobuco matamos”, explica Cosmelli.
La apertura de Fiero, por el momento, está prevista para fines de este mes. La fecha exacta, explican los socios, se mantiene en suspenso: están a la espera de que la municipalidad de Vitacura le dé luz verde a los últimos permisos y respectivas patentes para poder funcionar.
El plan para el resto de 2025 y el 2026, proyectan los socios, es consolidar las marcas de Fiero y Beasty Butchers y, además, ir analizando nuevas oportunidades de negocios. Esquina Brava, en el corto plazo, y “quizás una heladería”, en el largo. “Somos una incubadora de ideas”, finaliza Cosmelli.
Una noche en Fiero Clandestino
Son las 20:00 de un miércoles de octubre. En el local de Beasty Butchers -ubicado en Av. Vitacura 3456- hay varios comensales disfrutando de una hamburguesa. Al costado, el ambiente es otro. Cinco chefs con delantales de Fiero que preparan coordinadamente varios platos. En pocos minutos recibirán a 40 comensales que fueron invitados -y seleccionados previamente- para asistir a una edición más de Fiero Clandestino.
La carta, que cambia cada dos semanas, es la misma para todos esta noche. Se trata de una cena de seis tiempos, cada uno de ellos acompañado de una explicación detallada hecha por un miembro del staff. Los comensales, poco a poco, comienzan a llegar. El lugar está ambientado con música chill.
La velada, entonces, parte con una entrada de tártaro de atún, le sigue un pork belly con chancaca y chimichurri de piña. Luego, se reparten anticuchos de hongos con salsa de toffee. El cuarto tiempo lo coronan unas churrascas artesanales acompañadas de una cebolla asada, una stracciatella con mermelada de mandarina y un carpaccio de posta.
¿El quinto tiempo? Un plato de pasta cavatelli con choritos.
Para terminar, circulan pedazos de pizzas artesanales con verduras y carnes de la casa. A las 21:30, se ambienta el lugar y prenden luces color rojo. Color fuego.
Los 40 comensales disfrutan y, por el alto volumen de la música, hablan fuerte. “Siéntanse como jueces michelines”, dice una de las organizadoras a los invitados. De aquí saldrán los próximos platos de Fiero.

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