Cuando termina esta entrevista con Ascanio Cavallo –periodista, analista político y crítico de cine– a modo de anécdota sale en la conversación la crítica de Marcelo Chino Ríos en Twitter a la posibilidad de que un periodista llegue a La Moneda. "Lo único que me faltaba... que ahora salga presidente de Chile un periodista. Me estai...", escribió.
¿Esta frase da cuenta de que existe una cierta desconfianza hacia las capacidades de los periodistas? Cavallo ríe de buena gana con la pregunta y asienta: "Puede ser que haya una idea social de que no somos competentes para la Presidencia". "A mí en general –agrega–, no me gusta ver a los periodistas envueltos en actividades políticas, pero tanto Alejandro Guillier como Beatriz Sánchez ya dejaron el periodismo". "Lo que sí tengo claro es que, peor que un presidente periodista, sería un presidente tenista". Y vuelve a reírse.
-¿Cómo cataloga el tono y ritmo de esta campaña de segunda vuelta?
-Es la segunda vuelta más intensa y más dramática desde Lagos-Lavín de 1999-2000. Efectivamente hay un cierto ambiente polarizado, porque después de la primera vuelta la elección se enervó. Pero esta polarización es bastante artificial, porque nadie podría decir que alguno de los dos candidatos representan posiciones extremas en sus respectivos sectores.
-Hubo un cambio de estado de ánimo...
-Considero bien inteligente el análisis que hizo David Gallagher en el diario EL PAIS. Dice que hubo una especie de presentación de lo que era una derrota como una victoria. Se lo atribuye al Gobierno, lo que es discutible, pero no cabe duda que tanto la derecha como sus adversarios vieron el resultado como algo no calculado. A la derecha esto lo afectó, se instaló un ambiente pesimista y hasta se cayó la bolsa. Pasaron tonteras. Pero a veces pasa esto en las elecciones: que las interpretaciones son más fuertes que los datos.
-¿Qué le parece el papel que ha asumido la presidenta Bachelet?
-Más allá de la intervención o no del Gobierno, lo que se impuso es la frase de la presidenta respecto de que había una mayoría a favor de los cambios. A mí me sigue pareciendo que eso es un exceso, en el sentido de que no existen los cambios per se, sino que determinado tipo de cambios, con orientaciones y formas de llevarlos a cabo. Entonces, es incorrecto decir que personas que estuvieron contra de tus cambios –como es el Frente Amplio–, ahora son parte del grupo que los respalda. Es completamente incorrecto. Ellos son hoy día oposición y anuncian que lo van a seguir siendo.
-¿Se ha involucrado demasiado en la campaña la presidenta, como le critican desde la oposición?
-Ha tenido una actuación demasiado presente y participativa, por compararlo con gobiernos anteriores. Quizás ha sido la presidenta más activa en estas circunstancias pero, a nivel de Gobierno, fue mucha más la intervención de la Administración de Eduardo Frei en la campaña Lagos-Lavín. En aquella segunda vuelta, sin embargo, el proyecto de reforma laboral era una especie de arma nuclear guardada y alguien apretó el botón cuando se necesitaba. Aquí, en cambio, es pura improvisación. No veo un diseño estratégico diseñado para ayudar a Guillier, sino un activismo y un entusiasmo político temporal. Y con un factor que nadie puede desconocer: la irritación que le causa la persona de Sebastián Piñera a la persona de Michelle Bachelet.
-¿Usted cree?¿por qué?
-Por el Gobierno anterior. Hay que acordarse de los primeros meses de Piñera, que llegó con pendrive para hacer en 20 días lo que no se había hecho en 20 años. Y eso es lo más irritante del mundo.
-Pero un gobernante debe jugársela por su sucesión.
-Fue acusada de lo contrario, claro. Hoy día la crítica que se le haría a su papel en esta segunda vuelta es que es muy improvisado, visceral, de última hora, sentimental. Si se hubiera interesado en serio un proyecto de sucesión y la renovación de figuras, se habría protegido la Nueva Mayoría. Y, sin embargo, se hizo pedazos.
-Usted ha planteado que la presidenta quiso "tiene una simpatía inocultable (pero personal) por el Frente Amplio, aunque no haya reciprocidad en el afecto".
-Bachelet siente muy hijos suyos a la gente del Frente Amplio, pero los proyectos de los hijos pueden ir contra los padres. Es el caso ahora, es muy nítido. Es una simpatía maternal y filial, mucho más que política.
-Hay quienes piensan que nunca desde 1990 se ha vivido una situación electoral tan decisiva como la que se dará el 17 de diciembre. ¿Es de los que piensa qué hay mucho en juego?
-No y yo creo que eso es parte del problema de apariencia que se ha creado. Decir que Guillier puede ser Maduro y que Piñera va a echar abajo las reformas es francamente una insensatez. Estamos viviendo realidades paralelas. En una estamos muy polarizados. Y en otra, la más real, del día a día, sabemos que gane quien gane no hay razones para tener temor.
-¿Ninguno más que otro?
-Guillier tiene la dificultad de que su coalición está muy dañada, es un dato, y el campo de Piñera está dañado en la superficie porque hay dos personas –Felipe Kast y Manuel José Ossandón- que empezaron la campaña presidencial de 2022.
-Sea como fuere, parece existir consenso en que la que viene será una Administración difícil, dada la composición del Parlamento.
-Si fuera parlamentario, trataría de no ser presidente de la Cámara ni del Senado. Eso sí que va a ser difícil de administrar. No sé si será tan complicado para el Gobierno, porque dispone de harta zanahoria –no sé si de tanto garrote- y algunas administraciones han logrado manejar unos congresos terribles. El Congreso que dejó Adolfo Zaldívar era francamente un caos, por ejemplo, y el país siguió en pie.
-¿Cómo observa a Sebastián Piñera?¿Quedó knock out luego del 36%?
-A lo que Piñera no le ha tomado peso –por las conductas que ha tenido- es que hay una diferencia grande con el 2009, muy grande: el país ya lo conoce. Eso significa algo positivo y algo negativo: Chile aprendió a aceptar sus fortalezas, pero también resiste a sus debilidades. No puede dar por hecho que les están perdonadas estas cosas poco acertadas, como la denuncia de votos marcados.
-Eugenio Tironi escribió un libro sobre Piñera titulado "¿Por qué no me quieren?". ¿Cree que el antipiñerismo es tan fuerte como para unir a fuerzas tan distintos como la Nueva Mayoría y el Frente Amplio?
-Yo pienso que no, pero no hay otra forma de verlo que en la misma elección. No lo compararía con el antifujimorismo en Perú o el antikirchnerismo en Argentina, porque son fenómenos negativos muy fuerte. Pero algo de eso hay aquí. El problema de la candidatura de Piñera, al menos en los últimos días, ha sido Piñera. Porque la centroderecha sí tiene el impulso de ganar.
-Perece instalado, en cualquier caso, que Chile no se estaba derechizando, como se pensaba de acuerdo a las encuestas hasta antes de la primera vuelta.
-No es incorrecto decir que Chile de alguna forma se derechizó, porque Chile Vamos mostró mucha fuerza en la parlamentaria: 73 diputados, nunca había ocurrido desde el 90. Sin ningún apoyo del binominal ni leyes de amarre. Si lo bajas de la presidencial, a algo más doméstico, Chile giró a la derecha.
-¿Le parece capturado por Felipe Kast y Ossandón?¿por qué aparece como rehén?
-Piñera no ha tenido la capacidad de desinteresarse de ellos.
-¿Ve a Guillier con aire triunfalista?
-A la persona no. A Guillier lo veo muy tranquilo, como ha estado durante toda la campaña. Se entusiasmó su sector, su comando y su grupo cercano. Pareciera que él ha tenido que tributar un poco más hacia el mundo de la izquierda, pero hasta donde he visto el Frente Amplio sigue bastante descontento, incluso alguien tan entusiasta como Jorge Sharp.
-Guillier a veces parece moderado y otras veces rupturista, como con la frase de meterle la mano al bolsillo a los ricos. ¿Quién es en realidad Guiller?¿lo tiene claro?
-No. Pero Guillier es lo que uno habría definido en el pasado como un laguista característico: laico, hombre de familia, bastante conservador en sus gustos y sus conductas personales y muy centroizquierdista, de una izquierda moderada. Ha estado en una campaña complicada con una coalición quebrada y con un monstruo que se le levanta desde dentro, como es el Frente Amplio. Viendo el vaso medio vacío, se podría decir que no ha tenido la capacidad de tener su propia identidad. Viendo el vaso medio lleno, ha hecho lo que ha podido en esta turbulencia.
-Trabajaron juntos en los ochenta en la revista HOY. ¿Cómo lo recuerda?
-Trabajamos juntos por unos años. Por eso me sentí obligado a defenderlo públicamente cuando Carlos Ruiz –uno de los ideólogos del Frente Amplio- preguntó qué hacía Guillier en los ochenta. Lo preguntó ofendido por la alusión de Guillier a que los del Frente Amplio necesitaban clases de historia. Bueno, esa afirmación de Ruiz fue una comprobación de que necesitan clases de historia. Si hay alguien que era público en los ochenta fue Guillier, como todos los periodistas. Si los periodistas no somos clandestinos. ¡Hasta estuvo preso junto a Abraham Santibáñez! No hay derecho a preguntar dónde estaba, de verdad no hay derecho.
-¿De qué da cuenta la actuación del Frente Amplio con miras a la segunda vuelta?¿Le parece acertada?
-No y yo creo que era previsiblemente caótica. Pero no habría otra forma. ¿Cómo lo iban a ser de otra manera? De partida, se llevaron una auto sorpresa que no alcanzaron a administrar. En cualquier caso, c los principales líderes del Frente Amplio –Boric y Jackson– no creo que les haya gustado el gesto de Beatriz Sánchez. Pero recién ahora empieza la trilla, la tan bonita tradición campestre de separar el trigo de la paja.
-¿Cómo se explica el apoyo de Sánchez a Guillier?
-Me parece que ella tiene una relación de cordialidad profesional con Guillier, que es recíproca. Sánchez iba a buscar el momento para darle su apoyo –la excusa, el pretexto– y lo encontró en la declaración de Piñera. La discusión más interesante en el Frente Amplio es ahora mismo: poder versus identidad. La primera que lo planteó fue Pamela Jiles: Boric como ministro de Hacienda. ¿Por qué no influir desde el Gobierno?
-¿Y qué viene primero?¿La identidad o el poder?
-No está resuelto.
-Dada la fuerza que comienza a mostrar el Frente Amplio, ¿cree que está muerta la socialdemocracia y el socialcristianismo chileno?
-No, para nada. Probablemente se van a cambiar de domicilio y mover un poco. Lo que posiblemente empiece es un ciclo de reacomodación, largo, que se demore unos años. Esa es la discusión ahora.
"Los hombres de la transición"
Ascanio Cavallo está a punto de relanzar su libro Los hombres de la transición (Uqbar Editores), publicado por primera vez hace 25 años y completamente desaparecido de librerías. Con prólogo del historiador Rafael Sagredo, es una crónica que rescata el itinerario político durante los años ochenta que culmina con el ascenso de Patricio Aylwin a la presidencia y que destaca el papel de 16 protagonistas de aquella época crucial de nuestra historia. "Los hombres de la transición merece convertirse en un clásico", escribieron Simon Collier y William F. Sater en Historia de Chile 1808-1994.
¿Es verdad que le rompió una crónica a Guillier?
-El periodista Mauricio Carvallo relata una anécdota en su libro Hora de cierre. "En 1986, Ascanio Cavallo era editor de política y yo jefe de informaciones cuando lo sorprendí rompiendo una crónica del redactor Alejandro Guillier. Ante mi sorpresa, Cavallo me explicó que 'estaba mala y quiero ver cómo reacciona'. Los pedazos estaban desparramados frente a su escritorio cuando Guillier regresó. A diferencia mía, asumió la afrenta con aplomo y sin protestar, mientras Cavallo se reía delatándose". ¿La recuerda?
-No me acuerdo para nada, pero no es verosímil la forma que está contado. No es verosímil que alguien haya hecho eso –que supuestamente hice yo– para reírse. Eso se hace en tono enojado. Tampoco anda uno haciendo experimentos sociales en la pega, para ver cómo reacciona la gente. Aunque estas cosas ocurrían entre nosotros y nunca nadie se enojó, que yo sepa.