Nunca antes el bloque de centroderecha, probablemente desde 1990, había enfrentado un periodo de elecciones con la disciplina que ha mostrado este 2016. Chile Vamos transitó la municipal sin mayores traumas, con pragmatismo, y los buenos resultados del 23 de octubre mostraron a la UDI, RN, Evópoli y el PRI que han logrado superar con éxito los problemas iniciales de sentirse coalición, como reconocen sus propios dirigentes. Ganaron comunas simbólicas como Santiago y Providencia. Superaron a la Nueva Mayoría en votos y número de alcaldes. Quedaron con mayor población gobernada en el país y la clase media apostó por la oposición en municipios como Puente Alto, La Florida y Maipú. A un año de las presidenciales y parlamentarias del 19 de noviembre de 2017, en definitiva, el conglomerado se ha instalado en una posición casi inmejorable para volver a La Moneda y apostar por darle mayoría en el Parlamento a un eventual futuro gobierno.
La administración del triunfo y el control de la ansiedad, sin embargo, no es un trabajo fácil para Chile Vamos. Implica transitar en una delgada línea con la destreza de combinar el optimismo y la motivación sin caer en el triunfalismo que termine desmovilizando a sus votantes, como ha sucedido en otras ocasiones.
Falta todavía un año para las elecciones, que en política es demasiado tiempo.
La cantidad de personas que se abstuvo, un 65% del padrón electoral, hace que el escenario todavía esté sumamente abierto para todos los sectores y resulte extremadamente complejo predecir resultados.
Viene un proceso de renovación de directivas en la UDI y RN y, sobre todo, la siempre tensa negociación de listas parlamentarias, que la oposición aspira a llevar adelante con la misma racionalidad de la municipal. Pero existe consenso en que resultará difícil satisfacer los requerimientos de partidos con tiempos y necesidades diferentes.
El desafío de la oposición, precisamente, radica en llevar adelante cada uno de estos elementos sin equivocarse y, en paralelo, concentrarse en el esfuerzo presidencial. Con el expresidente Sebastián Piñera como favorito para suceder a Michelle Bachelet –aunque el senador Alejandro Guillier estreche su ventaja, de acuerdo a la Adimark que se conoció este jueves–, Chile Vamos en los próximos meses tendrá que definir si realizará primarias legales en julio de 2017 para definir al abanderado del sector y realizar todos los esfuerzos políticos posibles para no llegar divididos a una primera vuelta.
Con una futura administración que tendrá la difícil misión de garantizar la gobernabilidad, sea cual sea su signo, la centroderecha parece concentrada en la necesidad de fortalecer la unidad del bloque como un elemento indispensable para ejercer el poder desde el Ejecutivo sin cometer los errores del pasado.
Una primaria competitiva y convocante
Piñera aparenta estar decidido a respetar su cronograma y anunciar en marzo si postulará a La Moneda, aunque a estas alturas nadie supone que finalmente no vaya a levantar la candidatura. El expresidente no tiene razones para apurar la contienda presidencial, a diferencia de lo que ocurre en la Nueva Mayoría, envuelta en una crisis política desde diferentes flancos y a contrarreloj intentando que alguna de sus cartas logre robustecerse de cara a la ciudadanía. Los buenos resultados del 23 de octubre reafirmaron la posición del empresario: Piñera marca los tiempos. No declararse formalmente en carrera le permite romper el silencio en los momentos que considera pertinentes y en los asuntos que le interesan, a diferencia de lo que le ocurre a Ricardo Lagos, obligado a pronunciarse casi a diario de la contingencia.
Con la tensión política radicada en la vereda del frente y manteniendo la relativa ventaja que hasta ahora le otorgan las encuestas, uno de los desafíos que tendrá Piñera entre noviembre y marzo será no quedar ni demasiado expuesto ni dejando vacíos de poder. La apuesta apunta a una campaña no extensa y que, en lo posible, incluya una primaria.
Resultaría beneficiosa desde diferentes aspectos, según explican en el bloque. De partida, porque es un mecanismo que con la promesa de la participación parece contar con el respaldo ciudadano (aunque en casos como Valparaíso y la elección de DJ Méndez en junio le demostró a la Nueva Mayoría que no siempre resulta efectiva). A Chile Vamos una primaria le permitiría tener presencia política frente al oficialismo, comenzar a desplegar la campaña legal con cierta anticipación, movilizar a los partidarios y adherentes y la posibilidad de mostrar a sus candidatos en una franja televisiva pagada por el Estado. El candidato que resultara ganador, adicionalmente, quedará con impulso con miras a la primera vuelta.
Las primarias, sin embargo, conllevan determinados riesgos para la oposición, porque el bloque debe garantizar que resulten atractivas y competitivas para el electorado. En definitiva, que haya tensión y una disputa efectiva entre los postulantes. Con apenas dos candidatos como Piñera y el líder de Evópoli, el diputado Felipe Kast, el ejercicio perdería realismo y se corre el peligro de alcanzar una convocatoria mínima (una baja participación rondaría los 300.000 votantes, según los análisis de los partidos de oposición). Una primaria con un candidato como el senador Manuel José Ossandón, sin embargo, aportaría ingredientes motivantes para los electores, aunque hasta la fecha no resulta evidente la decisión que finalmente tomará el ex militante de RN. “Estoy evaluando todas las posibilidades”, señaló el parlamentario esta semana, lo que en Chile Vamos se interpreta como una señal de mayor disposición a participar de un mecanismo conjunto de elección de candidatos.
Sea como fuere, Chile Vamos se concentra en lograr acuerdos que no pongan en riesgo la unidad del sector. Con el fantasma de ME-O de 2009, que contribuyó a la derrota de Eduardo Frei, llegar divididos a primera vuelta sería un riesgo que la centroderecha no está dispuesta a correr justamente cuando el viento sopla a su favor para reconquistar La Moneda.
El eje de la presidencial: continuidad versus cambio
Con el apoyo de RN y la UDI, que parece difícil que levante una candidatura propia, Piñera luego de las municipales ha comenzado a entregar algunas señales importantes sobre lo que viene en los próximos meses. De partida, el expresidente ha sido especialmente enfático en reforzar los mensajes de unidad para su sector y en la necesidad de contar con un Parlamento a favor.
“Me llegó un informe que simula qué pasaría con la elección de senadores si se repitiera la misma votación que se obtuvo en concejales y la verdad es que si bien dimos un gran paso el domingo pasado, esto nos lleva a una minoría en ambas cámaras. Y en consecuencia, hay que trabajar bien para obtener un buen resultado, porque es muy difícil –nosotros ya lo experimentamos–, gobernar con minoría”, señaló Piñera en El Mercurio el pasado domingo.
En Chile Vamos tienen claro que la competencia presidencial será difícil, especialmente si adquieren fuerza electoral algunas apuestas como la del senador Guillier. El parlamentario por Antofagasta, convertido en una especie de challenger que llegue a encantar al 65% que se abstuvo, podría representar mayor peligro para Piñera que una candidatura de Lagos, predecible y con problemas de diferente orden. Pero si bien la carrera hacia la Moneda está cuesta arriba para todos, incluso para los que tienen una posición expectante, en la centroderecha existe consenso que lo realmente complicado será gobernar.
La negociación parlamentaria, por lo tanto, adquiere una importancia especialmente relevante para Chile Vamos. El sector no solo busca impedir el canibalismo que habitualmente emerge en los períodos de conformación de listas. Con miras al futuro de una eventual nueva administración, aspira sobre todo a construir una mayoría (para Piñera o para quien sea). Las municipales le mostraron al bloque que no resultaría imposible: los problemas de financiamiento irregular tuvieron un costo electoral marginal, partidos como la UDI mostraron que su liderazgo no está en entredicho en sectores populares y que, con las restricciones de las nuevas leyes, el límite de gasto finalmente no perjudicó a Chile Vamos.
La centroderecha tiene un escenario que parece inmejorable y que está marcado por la decisión de la presidenta Bachelet de asumir el costo político y llevar adelante lo que queda de su programa de reformas en los 16 meses que todavía tiene por delante, aunque represente un problema irremontable para su popularidad. El convencimiento de la Jefa de Estado, su bajo nivel de respaldo y la prescindencia que ha tomado La Moneda respecto de los problemas de la Nueva Mayoría y de la sucesión, deja a Chile Vamos un excelente espacio para desplegar su mejor arma: la diferenciación con el actual gobierno.
En la oposición se analiza que justamente el clivaje de esta presidencial será entre continuidad y cambio. Pero mientras Lagos parece en un zapato chino intentando ofrecer alternativas de futuro sin comprometer al actual Ejecutivo, la centroderecha ha salido con fuerza a hablar de cambio de rumbo y rectificaciones. “El próximo gobierno va a tener que tomar decisiones muy difíciles, porque va a tener que corregir fallas estructurales de lo que el actual gobierno llama la obra fundacional, y para eso –en lenguaje de gásfiter– ‘va a haber que entrar a picar”, señaló Piñera en la entrevista del domingo.
En 15 días comenzará una gira por Chile que lo llevará a unas seis o siete regiones del norte y del sur del país. Cerca de 400 profesionales están trabajando en un programa del gobierno. Chile Vamos, administrando el triunfo, controlando la ansiedad, parece calentar motores para la peor pesadilla de la Nueva Mayoría: que la centroderecha llegue al poder para quedarse no solo un periodo, sino al menos dos.