Política

Juan Gabriel Valdés: “Este es un gobierno de administración y debe hacerlo bien, porque si busca una revolución conservadora va a fracasar”

Desde Nueva York el académico analiza la contingencia nacional y revela que “es tal mi preocupación con el surgimiento del populismo autoritario en la derecha, que mis primeras reacciones ante este gobierno fueron de sincero apoyo”.

Por: Claudia Rivas A. | Publicado: Viernes 5 de abril de 2019 a las 04:00 hrs.
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Tal vez sea porque desde Estados Unidos se ve peor de lo que es, pero el excanciller Juan Gabriel Valdés (PS) tiene una percepción bastante pesimista del escenario latinoamericano, al punto lo describe como "muy mal. Me parece que estamos ante un escenario de disgregación y debilidad en medio de la crisis de Venezuela, la mayor de la región en cincuenta años".

Miremos un poco de dónde venimos. Hace casi veinte años, mientras México integraba su economía con los Estados Unidos, Brasil iniciaba un camino para reinventar América del Sur y ser el líder de una subregión con intereses comunes. Hoy, México es, según el Presidente de los Estados Unidos, la principal amenaza a la seguridad interior de su país, por lo que hay que separarla con un muro, y Brasil, dirigido por un Presidente que produce rechazo en el mundo entero, desaparece como actor internacional y se suma con tierna desenvoltura a la política nacionalista de Trump. Se acaba UNASUR, los otros organismos de coordinación comercial aparecen paralizados, y las iniciativas como Prosur no son más que compromisos de conversar.

Todo esto sucede en medio de la crisis venezolana, la mayor que ha vivido el hemisferio desde la Cuba de los sesenta, una crisis que muchos en aquí en Estados Unidos ven como un pulso entre Washington y Moscú. Y por primera vez desde entonces, los Estados Unidos amenazan con una invasión militar, aludiendo explícitamente a la Doctrina Monroe de 1823 y en total violación de todos los principios del derecho internacional. La situación no podría estar peor.

-¿Cómo vio el primer año de Piñera?

-Voy a confesarle algo. Es tal mi preocupación con el surgimiento del populismo autoritario en la derecha que mis primeras reacciones ante este gobierno fueron de sincero apoyo. Los llamados iniciales del Presidente a crear comisiones de trabajo me parecieron bien. Deseé que tuviera éxito. Por eso hasta hoy me parece incomprensible que, tras ese primer momento, se haya dedicado a radicalizar el país y confrontar a la oposición en todo aquello que nos era fundamental. No lo comprendo. Pareciera que hay un estratega político que le dice "ataque a Bachelet"; "confronte la educación pública"; súmese a Bolsonaro. Mal estratega. Ojalá que la ultima "apertura" tenga sustancia. Gobernar para las encuestas o para los partidarios debilita la democracia. Lo estoy viendo diariamente en los Estados Unidos.

-¿Las expectativas que generó en campaña, especialmente en el ámbito económico le están pasando la cuenta?

-Hace tiempo ya que deberíamos reconocer que la economía globalizada se mueve con ritmos que no controlan los ministros de Hacienda. El problema es que incluso estos demiurgos modernos caen en la tentación de adjudicar sus problemas a malas medidas del gobierno anterior, para luego acabar repitiendo lo mismo que decían sus antecesores: "el ciclo internacional viene complicado". El problema es que con gobiernos de cuatro años y un inmediatismo comunicacional que se impone desde las redes, la capacidad para pensar un gobierno se hace cada día mas limitada. Los problemas mayores que enfrentará la economía chilena como el cambio climático, el impacto en el trabajo de la revolución tecnológica, la absurda persistencia en la privatización del agua, la transformación de la mentalidad neoliberal en otra basada en la cooperación y la responsabilidad social, son todos asuntos que no se tratan. Este es un gobierno de administración y debe dedicarse a hacerlo bien porque es bueno para Chile. Pero si lo que busca es una revolución conservadora, va a fracasar.

-¿Cómo se ve Chile desde el Estados Unidos?

-Toda mirada es siempre comparativa. Chile se ve bien. Es un país sin problemas dramáticos como los que tienen algunos en el vecindario. Se le ve sin embargo como parte de una asociación ideológica de derecha y eso es nuevo. En los EE. UU. no se vio nunca a Bachelet asociada, o en la misma categoría, de Bolivia, Venezuela, Cuba y Nicaragua. Se lo digo porque estuve cuatro años representando al país en Washington y no escuché jamás a nadie incorporando a Chile en alianzas ideológicas de esa naturaleza. La amistad de Obama con Michelle Bachelet fue la mejor demostración. En cambio, hoy, nuestra cercanía con los gobiernos conservadores de Colombia y Brasil no pasa desapercibida. Y sorprende. Lo segundo que sorprende es la crispación. No solo la política. Son muchos los visitantes que me dicen que los santiaguinos necesitan de un psiquiatra, que el nivel de agresividad personal es sorprendente, que no se comprende que la gente ande tan malhumorada. No es en verdad algo fácil de explicar. Lo mismo ocurre con la crispación política. La idea de encontrar todo malo nos está dando una muy pobre imagen.

-¿Es efectivo que el debate sobre la reforma tributaria frena la inversión extranjera por la incertidumbre que genera?

-Toda reforma tributaria genera ruido e inquietud en los inversionistas, en Chile y en Beijing. De ahí a decir que frena inversiones hay un largo trecho. Los grupos económicos han mirado siempre las reducciones de impuestos como imperativos para un buen manejo económico, y las alzas de impuestos como atentados contra la inversión. Pero los inversionistas terminan por apreciar las oportunidades, y aceptan las reglas, siempre que estas sean transparentes y reflejen una real intención de estabilidad.

-Varias figuras de la oposición, ya han admitido interés de ser candidatos presidenciales, ¿cree posible que la oposición esté preparada para intentar volver a La Moneda?

-El tema del retorno de la oposición al gobierno no es hoy un tema de candidatos. Antes de hablar de eso hay que saber que pretendemos hacer. No solo hay que saber leer las encuestas, como impone un sentido común demasiado prevaleciente, -sino que hay que saber persuadir a la opinión pública de cosas que es urgente enfrentar y que escapan a las medidas que son de simple administración. Chile tiene que hacerse cargo de enfrentar un nivel de desigualdad que no nos permitirá vivir en paz. Debemos hacernos cargo de enfrentar un desequilibrio intolerable entre las regiones y la capital. Debemos enfrentar el tema del envejecimiento de la población y del inicuo sistema de pensiones, el tema de la desertificación progresiva del país. Es decir, hay que volver a reconstruir una coalición mayoritaria y una visión de país que incluya no solo lo inmediato, sino también el largo plazo.

-¿Es de los optimistas que piensan que la oposición puede volver a La Moneda en el próximo período si hace las cosas bien?

-Soy optimista y he visto buenas señales en las distintas oposiciones que hoy se manifiestan en el Congreso. Hay procesos de dialogo y convergencia que son interesantes. Incluyen a sectores maduros del Frente Amplio. Todos necesitamos mostrar madurez en el momento actual en el que las amenazas a la democracia y el espíritu de tolerancia y respeto que debe animarla se ven amenazadas desde el centro del poder de Occidente. Por otra parte, creo que el gobierno se está desgastando de manera casi peligrosa, y que su pretensión de sostenerse en un próximo período se hará cada día más ilusoria. Naturalmente que la oposición no podrá dar un paso adelante si solo se lanzan candidatos y se recurre a la idea de mirar encuestas para luego decir que hay que hacer un "programa común". Me temo que se requiere más que eso. Necesitamos convicciones comunes. Eso implica análisis, discusión y concertación. No es nada de fácil. Pero si no lo hacemos, lo que sucederá será igual que en la elección pasada o peor. O bien la gente no irá a votar y los que lo hagan optarán por lo que tienen, o tendremos una ruleta rusa en la que cualquiera puede ganar, siempre con un apoyo que se impone por cantidades mínimas.

-¿Cuánto afecta al objetivo de volver a La Moneda el que haya tres oposiciones?, pienso en la DC, la ex Nueva Mayoría (sin la DC) y el Frente Amplio.

-Sin dudas que hay diferencias en la oposición. También las había en la Concertación, en los demócratas cristianos, los socialistas y los radicales que se unieron contra Pinochet y luego sacaron al país adelante durante varios gobiernos. El punto que permitió que eso ocurriera fue la existencia de convicciones acerca de ciertos elementos fundamentales en la gobernabilidad del país y un espíritu de rechazo al maximalismo, a los gustitos ideológicos y a las discusiones inútiles. ¿Somos capaces de hacer eso? Naturalmente nunca podríamos hacerlo igual, porque ni el país ni el mundo son los mismos, pero debemos hacer el esfuerzo de buscar las convicciones comunes porque la alternativa que enfrentamos es muy fea. Me temo que la derecha evoluciona casi sin percibirlo, hacia el populismo autoritario y que los sectores liberales en ella no parecen capaces de reaccionar. Cuando logramos reflexionar sobre aquello un minuto, nos damos cuenta de la responsabilidad que tenemos.

-En su partido se lo menciona como una de las cuatro cartas presidenciales que tiene a estar alturas el PS, ¿lo tienta la idea?

-Agradezco a todos los que así piensan. Nunca me he visto en esa situación y no es hoy el momento para hacerlo.

"No pude más que criticar el espectáculo de Cúcuta"

- ¿Cuánta injerencia tiene en el ambiente la figura de Donald Trump?
-Trump significa una multitud de cosas que serían largas de analizar. No es solo liderato populista y nacionalista, es también es la degradación del liderato. No es solo la decadencia del debate, es la legitimación de la mentira en el debate. No es solo la regresión del liberalismo social, es el nativismo y la normalización del discurso racista de grupos marginales de ultraderecha. No es solo la manipulación de la información, sino que la corrupción de la información y el uso finalmente de un lenguaje violento y descalificador que amenaza necesariamente a la democracia. Que estos estilos y formas de conducir se transfieren a América Latina, no me cabe la menor duda. Que la democracia norteamericana sigue siendo grande y tiene capacidad de reacción es también un hecho. Ahora, desde el punto de vista internacional, el punto principal es que la actual política de engrandecimiento de los Estados Unidos, de rechazo al multilateralismo, y de repliegue de los compromisos de liderato que esta potencia asumió hace setenta años, devuelve a América Latina a su situación de Guerra Fría. Somos el vecindario donde se debe restablecer la Doctrina Monroe. Así lo entiende su equipo de política exterior. Y eso, hoy, con el tipo de relaciones económicas y políticas que nuestros países han asumido en el mundo, adquiere una enorme gravedad. Pensemos en esta lógica adonde nos pueden llevar nuestras crecientes relaciones con China, por ejemplo.
-¿Cuánto afecta al clima de la región la crisis venezolana?
-La crisis a la que ha conducido a Venezuela la dictadura de Maduro es trágica para toda la región. Ha mostrado nuestra debilidad, nuestra dificultad para encontrar soluciones en el marco regional. Nuestra incapacidad para asociarnos con los que querían soluciones acordes con nuestras tradiciones de política exterior, como la Unión Europea. Y ha permitido que los Estados Unidos amenacen con una invasión, generando un espíritu de Masada en la corrupta elite venezolana. Hoy la "estrategia", al menos la que conocemos, consiste en matar de hambre al pueblo venezolano de tal manera de generar algún tipo de estallido que podría llevar a los militares a intervenir. Bien pobre la estrategia. Todavía espero que -como dijéramos al Presidente Piñera en la carta que le enviamos como Foro de Política exterior, que la convergencia del grupo de Lima y el de Contacto puedan llevar al Secretario General de las Naciones Unidas una propuesta de mediación y de paz. La declaración de la Conferencia Episcopal venezolana abre la misma perspectiva.
-¿Cómo puede afectar a la región la alianza estratégica entre Trump y Bolsonaro?
-Trump no establece alianzas con nadie. Su política exterior es transaccional e inmediatista. Su concepto es el de ganar la próxima elección. Venezuela forma parte del cálculo electoral de la Florida. Naturalmente le satisface saber que un país como Brasil tiene un ministro de Relaciones Exteriores que le adjudica poderes sobrenaturales, y un Presidente con estilos similares a los suyos. Pero eso no significa consultas reciprocas, ni menos aún planificación internacional, más allá de la buena educación que logran mantener en el Departamento de Estado.
-¿Le conviene a Piñera asociar su imagen de manera tan cercana a Bolsonaro?, considerando que, entre otras cosas, el mandatario brasileño desconoce la dictadura en su país.
-Creo que la política exterior de Chile ha vivido en el Último año en una suerte de extravío permanente. Nuestra amistad con Brasil, un punto esencial de nuestra política exterior no tenía por qué estar asociada a tortas de cumpleaños para Bolsonaro, ni a sesiones de fotografía que muestran una hermandad política que no debiera existir. De la misma manera que la visita a Trump no debía incluir la imagen de nuestra bandera transformada en una estrellita más en la bandera de los Estados Unidos.
-¿Comparte la preocupación de los excancilleres en Chile respecto de que el presidente Piñera le esté sacando rédito político interno a la situación de Venezuela?
-Ayer, el ex Presidente Santos de Colombia, a quien considero un líder democrático y valiente, denunciaba en España que la utilización de la crisis venezolana en Estados Unidos, Colombia y España había hecho mucho daño a la búsqueda de una solución negociada para Venezuela. Yo agrego a Chile. Aquí también ha habido un aprovechamiento interno. He suscrito la opinión de mis colegas ex cancilleres por cuanto no pude más que criticar el espectáculo de Cúcuta. Me pareció un hecho contrario a la tradición presidencial chilena y lo califiqué como lo veo: un acto populista de dimensiones inéditas.
-Hace unos días José Joaquín Brunner me decía que el Presidente representa a muchos chilenos con su mirada respecto de Venezuela y que los excancilleres se equivocan al criticarlo.
-Hace mucho que con mi viejo amigo miramos el mundo desde veredas muy distantes. Me temo que él sabe demasiado de encuestas y muy poco de política exterior.
-¿Mejora en algo el panorama venezolano el que el Grupo de Contacto se interese por la crisis en Venezuela?, se reunieron en Quito para analizar el tema.
-Quisiera tener confianza en el camino que ellos siguen. Es el único correcto. Una guerra civil o una invasión norteamericana traería resultados catastróficos para Venezuela y la región por décadas. Pero hay veces que el dialogo y la razón son derrotadas. Chile se opuso a la invasión norteamericana a Irak, no porque simpatizara con Sadam Hussein, sino porque veía que el ataque violaba la Carta de las Naciones Unidas, impedía las inspecciones acordadas por el Consejo de Seguridad y visualizaba que abriría una tragedia para el pueblo iraquí, los propios Estados Unidos y el sistema internacional en general, y tuvimos razón. ¿Le cabe a usted alguna duda de lo que haría hoy el gobierno de Chile puesto en esa situación?
-¿Qué lección debería sacar Chile de lo que está ocurriendo en Argentina con Mauricio Macri?
-Chile tiene una situación económica equilibrada y básicamente sana. Su problema fundamental es la desigualdad, la concentración del ingreso y el abuso que se construye a partir del poderío desmesurado de estructuras monopólicas que solo fingen ser competitivas. Como avanzar en esos campos sin afectar la estabilidad económica, es una tarea que requiere acuerdos y mayorías. Argentina no lo ha logrado. Debiéramos lamentarlo todos. Pienso por sobre cualquier otra cosa que nuestra solidaridad con Argentina debe ser invariable. Nos interesa de manera esencial que logre equilibrar su economía y tenga éxito en su política.
-¿Cómo evalúa la labor del canciller Roberto Ampuero?
-No la evalúo. Espero que quien debe hacerlo, lo haga pronto.

"TPP11 le permite a Chile asociarse con el Asía Pacífico
que tiene más de 500 millones de habitantes"

-¿Qué importancia tiene para Chile el TPP11?
-Espero que la Cámara de Diputados ratifique el TPP11. Resulta incomprensible que las bancadas progresistas se encuentren en el mismo bote con Trump en su oposición a un tratado que le permite a Chile asociarse con aquella área del planeta, el Asia Pacífico, que tiene más de 500 millones habitantes y una proyección económica y geopolítica de enormes dimensiones. Hay quienes parecen desconocer que un país con nuestras dimensiones económicas necesita de reglas internacionales para defenderse de los más fuertes. Eso es lo que hace el TPP, sobre todo después que el retiro de Trump contribuyera a deshacerse de las concesiones que pedía Estados Unidos en materias que a mi juicio no son comerciales. La integración del Asia Pacífico en materia de eliminación de barreras arancelaria, de armonización de regulaciones y de estándares laborales y medioambientales, o de mecanismos de solución de controversias, ocurrirá con nosotros o sin nosotros. Me parece que quedar fuera, va contra el interés nacional.
-¿Hay razones concretas, tras la salida de Estados Unidos, para estar en contra?
-Yo no veo razones específicas para oponerse. Muchas razones que se alegan en contra del TPP han sido alegadas contra todos los tratados comerciales que ha suscrito Chile desde 1996 en adelante. Muchos compromisos que Chile suscribe en el TPP están suscritos desde antes en otros tratados. Ahora, es cierto que la globalización y la apertura negociada tiene, es cierto, ganadores y perdedores. Pero reparar y retribuir por los costos que trae para algunos esa inevitable inserción internacional es una tarea del Gobierno nacional. Son políticas internas las que deben ayudar a los sectores afectados a recuperar su lugar en la economía nacional. La oposición a insertarse internacionalmente solo facilita la existencia de más sectores afectados y en indefensión.

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