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Impulso por reformas en Cuba acerca a los exiliados a su hogar


Miguel Ángel consiguió en La Habana lo que miles de exiliados...

Por: | Publicado: Lunes 30 de enero de 2012 a las 05:00 hrs.
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Por J. Rathbone en La Habana



Miguel Ángel consiguió en La Habana lo que miles de exiliados, casi una docena de presidentes estadounidenses y, la semana pasada los candidatos republicanos de la carrera presidencial, venían prometiendo desde hace mucho tiempo: una cierta libertad en Cuba.

El año pasado Ángel reclamó, restauró y reabrió el restaurant de su abuelo en la vieja Habana, que fue nacionalizado por el gobierno revolucionario en 1964. Ángel espera grandes ganancias.

“Estoy sentado sobre una potencial mina de oro”, dice el emprendedor de 37 años hablando de su establecimiento, llamado apropiadamente La Moneda Cubana.

La trampa de turistas de Ángel, a sólo pasos de la catedral colonial, es uno de los signos más exuberantes de cómo Raúl Castro ha pulido la economía cubana de estilo soviético con reformas liberalizadoras populares que fomentan las pequeñas empresas privadas.

Igual de significativos, los cambios presidenciales que en enero se extendieron a los mercados inmobiliarios, parecen reflejarse en un cambio en las actitudes de los cubano-estadounidenses hacia su tierra natal.

“El compromiso cubano-estadounidense está cambiando”, dijo Phil Peters del Lexington Institute, un think-tank de Washington. “Se está moviendo más allá, de mandar remesas de dólares de vez en cuando a los parientes, a mandar dólares para ayudar a las empresas, comprar bienes raíces e incluso retirarse”.

Hubo más de 400.000 visitas de cubano-estadounidenses a la isla el año pasado. Emilio Morales, cuyo grupo consultor basado en La Habana asesora estrategias empresariales cubanas, estima que dos tercios tuvieron una motivación económica.

Los exiliados también enviaron un estimado de
US$ 2.000 millones, convirtiéndose en el equivalente caribeño de los emigrantes chinos que invirtieron por primera vez en China.

Pero aunque lo deseen, los pequeños emprendedores carecen del peso de lobby de las grandes empresas, como las firmas petroleras, que esperan a ver si la plataforma petrolera arrendada por Repsol encuentra crudo en las aguas cubanas, para cambiar fundamentalmente el embargo estadounidense, que requiere aprobación parlamentaria.

Sin embargo, los cambios que ellos y las reformas de Castro están llevando a Cuba -y no Washington-, son claros. En un frondoso suburbio, cuatro tiendas de reparación de teléfonos han surgido en torno a una sucursal de Etecsa, la compañía telefónica estatal.

“Le estamos dando a Etecsa un poco de competencia”, dijo Michael Franco, quien tiene interesados regulares para los iPhone que vende por
US$ 400 y ninguna queja sobre la tasa de impuestos de 50% del gobierno, tampoco.

A diferencia de su hermano mayor Fidel, en los ‘90, Raúl Castro insiste en la necesidad de las reformas. Esto se refleja en su creciente popularidad, que también las hace irreversibles, incluso si para cada ganador siempre tiene que haber un perdedor.

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