Por S. Burgos y J.C.Prado
Rafael Guilisasti fue la cabeza visible del empresariado durante dos años. Como líder de la Confederación de la Producción y Comercio (CPC) tuvo que enfrentar una de las crisis más duras que recuerda la historia internacional y lo hizo con propuestas. Tras la caída de Lehman Brothers activó un diálogo directo con los representantes de los trabajadores, con resultados que luego recogió el gobierno de Bachelet en su paquete de medidas para mitigar los efectos de la debacle en Chile. “Hoy estamos viviendo otras crisis, pero no de esa magnitud. Creo que en esa oportunidad el país tuvo un muy buen desempeño”, sentencia.
Hoy, alejado de la primera línea, analiza las consecuencias y las lecciones que dejó en el sector privado el escándalo de La Polar. Reconoce que “el daño reputacional sin duda que afectó a toda la comunidad empresarial”, pero se apura en advertir que si bien existen fallas en formación y controles éticos, también es necesario revisar los mecanismos regulatorios vigentes.
La pérdida de confianza es un punto relevante en el análisis de Guilisasti, no sólo por lo que ocurrió en La Polar, sino que también por distintos sucesos que alertan sobre un malestar de la cuidadanía. (ver nota secundaria)
- ¿Cuál es su evaluación a un año del colapso de La Polar?
- (…) Lo de La Polar involucra tres problemas. Primero, se afectó la fe pública de los inversionistas, específicamente en lo que tiene que ver con la calidad del management. Obviamente que si hay situaciones de fraude se debe aplicar todo el peso de la ley. Segundo, también hay que mirar fallas regulatorias que se hacen visibles y que tienen que ver con un tema más general de atraso en los proyectos de modernización del Estado. Y tercero, naturalmente hubo un abuso hacia los consumidores que agrava todo esta situación.
- ¿Y qué lecciones deja todo esto?
- Una de carácter más reflexivo, que hemos tenido fallas en la formación ética. El daño reputacional sin duda que afectó a toda la comunidad empresarial. Tenemos fallas en formación y controles éticos, pero no podemos construir una sociedad solamente sobre la base de la buena formación ética. También hay revisar los mecanismos regulatorios que, entiendo, es un proceso que está sucediendo ahora.
Además, desgraciadamente estás cosas no tienen una solución de la noche a la mañana y surgen los climas de linchamiento público, de señalizar culpables precipitadamente y no esperar las debidas investigaciones. Cuando hay un fraude, un delito, la investigación es muy importante. Luego, convengamos que parte de las instituciones y el tema regulatorio no se anticiparon.
- Respecto a los ejecutivos y tomando en cuenta lo que sucedió en La Polar, la conclusión que se saca es que de cierta forma la ambición rompió el saco, como lo que sucedió con la crisis subprime. ¿Está pasando algo así en Chile?
- Los ejecutivos son un mundo muy diverso y hay tres cosas que mirar. Primero una afirmación muy básica: al crecer las empresas viven su propio proceso de burocratización, se va engrosando la estructura intermedia de la empresa y ese es un proceso inevitable. Dicho esto, hay tres formas en las compañías para controlar esto: la cultura empresarial, muy importante para las empresas que quieren competir en otros mercados; el rol de los gobiernos corporativos; y los controles internos.
Hay una discusión importante hoy respecto del rol de los directorios, de cómo son los mecanismos de control, de denuncia. Han habido correcciones por parte del regulador, pero también ha habido mucho interés de las propias empresas. Actualmente, una empresa que está en bolsa y tiene un buen gobierno corporativo tiene un premio. Todas estas cosas se transforman en valor económico. En este sentido, ha habido progresos, ya sea por impulso normativo o por impulso de la propia empresa.
- ¿Y en el control interno?
- Se puede generar un ambiente de control en el management de la empresa, mediante un mecanismo de contralorías internas, o sea los típicos balances y contra balances.
En definitiva, una buena cultura produce una denuncia, si el gobierno corporativo es muy potente y si existe el ambiente de control, por algún lado esto (La Polar) se habría anticipado. Si están débiles todos estos factores, son posibles no sólo situaciones fraudulentas, sino que, además, la empresa no crea valor económico y puede desaparecer como unidad productiva.
- ¿Hay temor a una mayor regulación?
- Aquí hay dos extremos: la máxima regulación y la no regulación. Ahora, ésta última presupone que los seres humanos se van a comportar siempre y que la sanción la va a dar el mercado, pero puede que ese sea un proceso muy largo y duro. En el otro extremo, la máxima regulación cree que el ser humano es completamente perverso y, por lo tanto, tengo que llenarlo de control y, al final, quitarle su espacio de creatividad.
- ¿Cómo se llega a un equilibrio entre ambas?
- Las regulaciones también van evolucionando. Ahora, uno siempre busca el término medio. Creo que en Chile tenemos un déficit de discusión técnica en torno a los procesos regulatorios. Hay muchas instituciones en sociedades más estables, muchas áreas regulatorias que quedan completamente sustraídas de la ejecución política de los gobiernos, por ejemplo el Banco Central.
Entonces, no hay ninguna razón para que una Superintendencia de Valores o de Bancos vayan siendo más autónomas y queden en una posición mucho más técnica. Puede ser también que una autoridad superior sea designada por los órganos de representación popular. Esto también puede aplicar, por ejemplo, para una Superintendencia de Educación. Más organismos autónomos hacen a una sociedad más autónoma, por lo tanto, los distintos actores que juegan en torno a este organismo se sienten con mayor certeza jurídica.
En la medida que estos organismos van tomando un peso al interior de la sociedad son incidentes en las propias regulaciones futuras, van generando una capacidad intelectual, de conocimiento sobre estas cosas.