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Hay que volver a revisar opciones tóxicas para la economía global


El tema de este artículo se ha vuelto tabú. Pido disculpas por subirlo en páginas habitualmente amables...

Por: | Publicado: Lunes 6 de junio de 2011 a las 05:00 hrs.
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Por Robin Harding


El tema de este artículo se ha vuelto tabú. Pido disculpas por subirlo en páginas habitualmente amables, pero a veces gente buena se encuentra en situaciones desagradables - como una creación mensual de apenas 54 mil empleos con dos años en recuperación - y se necesita una cierta flexibilidad.

Por eso quiero hablar acerca de estímulo económico: miles de millones de dólares de estímulo, fiscal y monetario. Si eso no lo enferma demasiado, entonces también podemos hablar de rescates. Tras el gasto deficitario y el relajamiento cuantitativo usados para revivir las economías del mundo avanzado en los últimos años, estos temas son tóxicos. Pero el informe de empleo del viernes también fue tóxico. Casi todos los sectores de la economía estuvieron débiles, y la tasa de desempleo subió a 9,1%. Apunta a un traspié en la recuperación de EEUU - y a donde EEUU va, el mundo sigue.

La repulsión causada por hablar de estímulo es comprensible. La gente quiere volver a la normalidad, no tomar más medidas anticrisis. Pero descartar cualquier otro estímulo sería muy peligroso. La economía de EEUU se ha topado con otro “bache de debilidad”, con un crecimiento más lento y una nueva caída en los precios de la vivienda, mientras que la eurozona tendrá que decidir pronto la ayuda adicional para Grecia.

Estos problemas no deberían ser demasiado graves, pero la fatiga de crisis los empeora. El temor a que furiosos finlandeses o alemanes bloqueen el rescate de Grecia, o que griegos enojados rechacen la austeridad que los enojados finlandeses y los alemanes exigen, está animando a los ataques de mercado a otros países vulnerables de la eurozona. El temor a que el Congreso o la Reserva Federal no vayan a intervenir si las cosas se ponen mal en EEUU podría provocar el pesimismo que convierte un “bache de debilidad” en un pantano.

Puede que la mejor manera de evitar nuevos planes de rescate y estímulo sea estar dispuesto a considerarlos.

En 2008 la crisis financiera fue el acelerante que convirtió una recesión en un horror. Es difícil identificar un riesgo similar en la actualidad. El resultado más probable es que el crecimiento rebotará a su (poco impresionante) tendencia post recesión cercana a 3%.

Una promesa de recortar el déficit ayudó a los republicanos a triunfar en las elecciones legislativas en noviembre pasado, y con la temporada de primarias presidenciales republicanas tomando forma, los políticos de EEUU son más propensos a quemar la bandera en vivo en Fox News que apoyar cualquier cosa que huela a estímulo. Al otro lado del Atlántico, cualquier defensor de una política fiscal expansiva de riesgo podría verse encerrado en una celda sin ventanas en el Banco Central Europeo, para que el Fondo Monetario Internacional lo reeduque sobre los peligros de la crisis de deuda soberana.

El problema de la deuda de Grecia no debería plantear un riesgo grave para la economía mundial. Grecia es pequeña, la situación no es nueva, y aunque no hay una respuesta fácil, cualquier solución ordenada debería limitar las consecuencias económicas para el resto de Europa y del mundo.

El peligro es que la austeridad abrume a Grecia y opte por un incumplimiento unilateral, o que los rescates fatiguen a los estados del norte de Europa y se nieguen a proporcionar los préstamos que Grecia seguirá necesitando incluso si opta por algún tipo de reestructuración de su deuda.

Cualquier versión daría lugar a renovados problemas para todos los estados europeos con deudas o déficit grandes, incluyendo, posiblemente, Italia y España.

La recuperación de la Gran Recesión del mundo desarrollado se inició hace dos años. Es desalentador que aún haya crisis de deuda soberana y los baches de debilidad. Pero así como es más probable que se pierda una guerra por un colapso en la moral que por una derrota en el campo de batalla, la única manera en que la economía mundial podría sucumbir a otra recesión es que los políticos pierdan la voluntad de luchar contra ella.

Esperemos que no se necesite más estímulo. Pero esa opción no puede ser un tabú.

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